Antes de los años sesenta, fecha de la llegada del agua corriente al municipio de Montejaque, las mujeres tenían que recorrer las empinadas callejuelas del pueblo para ir a la fuente pública y llenar de agua sus cántaros de barro, con los que abastecían las necesidades de sus familias. Para suprimir continuos viajes a la fuente optaron por llenar dos cántaros , uno de los cántaros se colocaba encima de la cabeza, con la única protección de un pañuelo o trapo trenzado para evitar posibles heridas. El segundo recipiente se situaba en el cuadril derecho del cuerpo, aunque algunas mujeres, se atrevían incluso a transportar un tercer recipiente en el cuadril izquierdo.

En la actualidad, y con los cántaros jubilados de las tareas de transporte de agua, el recipiente ha cobrado un nuevo papel de juego en los festejos del municipio. Mañana el cántaro vuela por los aires en un círculo marcado en el centro de la plaza con una gran cruz y donde se colocan los equipos formados por seis o tantas personas como cántaros haya disponibles. La vasija se va pasando de unos a otros, y si ésta no se rompe, se amplían los círculos concéntricos haciendo que cada vez el juego sea más complicado. Paulatinamente se van eliminando a todas las personas a las que el cántaro se les hace añicos antes de llegarles a las manos.