­«Existe el hombre porque existe la mujer, igual que existe el sonido porque existe el silencio. No creo ni en feminismos ni en machismos. Creo que hay que bailar hacia dentro. Al suelo no se le debe aporrear. ¿Qué mal nos ha hecho el pobre suelo?». Valía la pena arrancar esta entrevista con la voz inconfundible de Antonio Gades (Elda, 1936, Madrid, 2004), fundador de la Compañía Nacional de Danza, baluarte del flamenco, maestro revolucionario del baile, arquitecto de coreografías inimitables y escritor (aunque le fuera imposible quedarse quieto ante una hoja en blanco). Fue Gades un hombre de fuertes convicciones políticas (lo último fue oponerse a la guerra de Irak), que creía en las utopías y jugaba a perderse en el mar (por el Mediterráneo no le importaba dejar a su suerte la danza).

Trabajó con los mejores (en el cine, con Albert Camus y Carlos Saura), y fue mil veces aplaudido en los escenarios más prestigiosos del planeta: París, Londres, Berlín, Nueva York... Vivió Gades la vida tan intensamente como sus amores (se casó con Marujita Díaz, Marisol, Pilar San Clemente, Daniela Frey...) hasta que la enfermedad y la muerte le apartó de los suyos. Su hija, la actriz malagueña María Esteve, es hoy la responsable de este valiosísimo patrimonio como presidenta de la Fundación que lleva su nombre.

La muerte y la enfermedad le robaron a Antonio Gades su último sueño: enseñar.

La Fundación nace para salvaguardar el patrimonio de mi padre, cuando ya está muy enfermo. Él decía que no hay que enseñar a todo el mundo, sino a los que se lo merecen. Eran palabras de un hombre que era y tuvo un aprendizaje muy fuerte. La Fundación nace, por ello, para salvaguardar lo que había supuesto toda una vida para él, porque consiguió que en el extranjero se hablara de Lorca, Lope de Vega… De clásicos en la narrativa que mi padre los trasladó a la danza. Él luchó por la historia de la danza y para que ésta no se perdiera.

Lo dice porque en alguna ocasión sí que se han perdido grandes legados…

No hace mucho, se llevó toda la obra de uno de los grandes maestros de la danza a una subasta pública… Y la idea es que no ocurriera eso, además de centralizar en un lugar la historia de la danza de Antonio Gades, y que la gente pueda compartir ese mismo espacio. No queremos una cultura del ostracismo, sino una cultura para compartir. Y, bueno, además de la compañía, que lleva sus obras y su nombre por todo el mundo, conservamos obras de arte, obras pictóricas y una importantísima documentación gráfica en la que se encuentra una buena parte de la historia de la danza. Es un archivo, la verdad, valiosísimo. Y lo que no queremos, ni voy a permitir, es que el legado de Antonio Gades se pierda.

También se ha anunciado un homenaje a su padre y su obra Bodas de sangre, con la Compañía Nacional de Danza de José Carlos Martínez, el ballet de Víctor Ullate o el francés Davi Brun…

Qué maravilla. Yo llevo toda mi vida dedicada al mundo de la interpretación, desde los 17 años llevo en esto, y desde que empecé a trabajar en la actuación nada me ha reportado tantas alegrías como trabajar con el legado de mi padre… Conocer a compañeros del mundo de la danza como Víctor Ullate, profesionales fantásticos que sienten un amor profundo por su trabajo y, sobre todo, descubrir cómo valoran y cómo cuidan el trabajo de mi padre, de Antonio Gades. Para mí todo esto es maravilloso.

Su padre tenía frases geniales de escritor...

Era alucinante estar con él. La verdad es que tenía una sabiduría increíble, con una gran cantidad de conocimientos… Y, sin embargo, era humilde, y no alardeaba de nada por mucho que hubiera conocido o viajado. Era una persona muy sabia en ese sentido. Y creo que él era consciente de que estaba haciendo algo muy grande, pero jamás presumió de ello.

Gades fue también un hombre crítico con aquellos que, como él mismo decía, «prostituyen el baile con un baile para turistas».

Era un hombre muy crítico. Y pensaba que la danza no se podía vender como la cultura de la pandereta. Para él, la danza era algo más profundo, era algo que pertenecía a los pueblos y a sus raíces. Y no soportaba a los que vendían el flamenco como una mujer que se ponía a moverse con unas castañuelas, cuando el flamenco es mucho más. Es historia, cultura, pueblo, ilusión… y respeto.

Tampoco dejaba títere con cabeza en asuntos políticos...

Fue muy crítico en España con la dictadura. Y no le bailó el agua a nadie, en ningún momento, y cuando había que hacerlo se iba. Nada de lo que hizo fue subvencionado, no dependía del Estado, de ningún poder político.