Es un paso atrás notable y sorprendente de un director; David Frankel, que había demostrado en la comedia, con títulos como El diablo viste de Prada y Una pareja de tres, facultades considerables. No hay, además, excusas de ningún tipo en una cinta con un magnífico reparto, encabezado por tres nombres de la talla de Owen Wilson, Jack Black y Steve Martin, que se ha rodado en un centenar de exteriores del continente americano, sobre todo en Canadá, y que, incluso, tiene la rara virtud de ser original al acercarse al mundo de la ornitología.

El problema fundamental es que el director no ha sabido fundir el universo de los pájaros en un marco idóneo que llegase a interesar y, además, no ha revestido a sus tres protagonistas de la humanidad que requerían para conectar con el público. Y de ahí unos resultados muy por debajo de los niveles exigibles que convocan en bastantes ocasiones al aburrimiento.

Ninguno de los tres personajes que se movilizan en El gran año, que es una especie de campeonato norteamericano para pajareros que gana el participante que más aves avista a lo largo de 365 días, tiene la entidad necesaria para despertar cualquier sentimiento de peso y de ahí que las peripecias que viven en su frenéticos desplazamientos para poder observar y fotografiar a especies poco frecuentes de pájaros resulten casi siempre sosas o anodinas.

El informático Brad, el contratista Kenny y el rico industrial Stu se meten en esta competición sin razones aparentes y sus problemas personales nunca adquieren la más mínima relevancia, especialmente en lo que concierne a un Kenny sin química alguna con un esposa que anhela tener un hijo y a un Brad que ha encontrado en el mundo de los pájaros el estímulo contra el aburrimiento.