Despertará el toque nostálgico de una generación de espectadores que crecieron, en alguna medida, vinculados a una serie de TV procedente de Japón, dirigida por Seiji Endo e Hiroshi Saito, que alcanzó un considerable éxito de audiencia entre 1975 y 1980, aunque no es lo que puede denominarse una joya del cine de animación digital.

Manteniendo parte de su esencia, plenamente infantil, y con una descripción del personaje central, la curiosa y simpática abeja Maya, aceptable, gustará los espectadores más menudos y a quienes hicieron de sus aventuras televisivas un modelo de entretenimiento. El cine alemán, con el director Alexs Stadelmann a la cabeza, ha efectuado el trasvase de la pequeña a la gran pantalla con indudable intuición pero sin logros que llamen la atención.

En su segundo largometraje, tras «The Woodlies movie», el cineasta revela experiencia en el género, fraguada en gran parte en los estudios Disney. En el plano técnico, la cinta está repleta de imágenes llamativas que pretenden dejar constancia de la celebración de la belleza de la naturaleza en su máximo esplendor. La texturas con un elevado grado de detalle y la iluminación de las imágenes generadas por ordenador, incluidos efectos estereoscópicos, se combinan con un empleo de la fotografía macro.

Con estos soportes se invita al espectador a un viaje que ofrece una doble oferta, la consabida aventura tradicional de Maya buscando al ladrón de la jalea real que tiene en jaque a la colmena, y la inevitable moraleja de que lo más importante es que cada uno encuentre su lugar en la sociedad. Naturalmente, Maya sigue siendo rebelde e independiente, incapaz de cumplir las normas establecidas, y está convencida de que los enemigos de siempre, los temibles avispones que tienen sus dominios más allá de la pradera, no son los responsables del robo.

Por eso se empeña con su inseparable amigo Willy en descubrir la verdad, que pasa por delatar a la siniestra Consejera Real, es decir Zumbina, cuya ambición de poder le lleva no sólo a odiar a Maya y a tratar de acabar con ella, también a conspirar contra la Reina.