Se cimenta con ingredientes sólidos y de magnífico diseño, empezando por la bella fotografía y por una cuidada ambientación en la Alemania y Francia de comienzos del siglo XX, aunque sus mejores logros hay que atribuirlos a la definición de unos personajes cuyos sentimientos están a flor de piel.

Un melodrama con estructura de biopic, sin duda, con voluntad de llegar a lo más íntimo del espectador que es probable que no siempre adquiera la consistencia deseada, pero que se sostiene en pie sus dos horas largas de metraje.

Una de sus credenciales de mayor peso es que la historia es real y lo que nos ofrece es un retrato de la vitalidad y de la fuerza de voluntad de Paula Becker, que a sus 24 años lucha contra el entorno machista y el trato discriminatorio del que es víctima la mujer.

El director Christian Schwochow, que combina el cine con la pequeña pantalla, lleva a cabo aquí uno de sus más acertados trabajos. Con unos tonos cálidos y muy elaborados, que recrean una naturaleza en todo su esplendor, el espectador entra de lleno en la comunidad alemana de arte de Worpswede, en la que Paula ha ingresado para desarrollar su gran afición por la pintura.

La joven tiene, en efecto, cualidades para ello, pero le falta creer más en sí misma y no dejarse arrastrar por los rígidos conceptos de unos profesores que solo entienden la pintura en función de su precisión y exactitud. En gran parte por eso decide marcharse a París con Clara, su mejor amiga, abandonando a su esposo, Otto, que está enamorada de ella hasta el punto de sufragarle todo los gastos que le ocasiona pintar. Para ella, además, la capital francesa supone satisfacer uno de sus grandes anhelos y el añadido de vivir su primera aventura sexual con un joven galo, Georges.

La última fase de la película es, probablemente, la más discutible, en cuanto se supedita casi todo a la fuerza de unos sentimientos que son muy volubles y que se modifican de forma casi radical con la injerencia de terceras personas. No es que el relato pierda entidad, aunque los acontecimientos se desatan con ligeros signos de precipitación.