El presidente francés no quiso ver la película que ficciona su ascenso al poder al tiempo que se separaba de su esposa, "De Nicolás a Sarkozy", un drama que "acaba siendo casi una farsa", ha explicado su creador, el director francés Xavier Durringer, que ha quedado fascinado por el personaje.

"Prefiero ir al psiquiatra antes que ver la película", asegura Durringer que dijo Sarkozy cuando el film se estrenó en Francia, hace ahora un año, con el título de "La Conquete" (La conquista).

Sin embargo, las últimas intervenciones del presidente francés en sus mítines electorales atacando a España y, en concreto, al expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero -algo que al realizador le parece "abyecto"-, le dan la sensación de que está haciéndole la promoción de la película, dice entre risas.

"De Nicolás a Sarkozy" muestra los entresijos del Elíseo, primero con un "Sarko" aspirante a presidente, de prácticas dudosas, y después a un hombre autoritario y despechado por la ausencia de su esposa, que le abandona por otro hombre, dejándole en evidencia el día más importante de su carrera política.

Al más puro estilo americano, Durringer cuenta una historia de ascenso al poder con varias elecciones de por medio que desnuda lo peor de las relaciones al más alto nivel; solo que no es americano y su forma de mostrar las cloacas del Estado son más cercanas y, sobre todo, más creíbles.

"El público español va a coger enseguida el tono, y se va a reír, a veces a carcajadas, porque hay frases asesinas, aquí se matan con la dialéctica. Me parece una catarsis importante poder reírte de los que te dirigen", concluye.

A Durringer le encanta la política y su discurso es un continuo (y denso) análisis de la economía, del poder y de lo que él llama "el circo" de la política y los políticos. Por eso le apasiona el personaje.

Elegir a Sarkozy "era casi simbólico", explica Durringer: "poner a este hombre bajito, de 1,65, frente a Chirac y Villepin, que miden 1,93; los dos vienen de la Francia eterna, de la tradición y él, para nada; a priori parece que no tiene ninguna posibilidad, pero paso a paso va eliminando todo lo que le molesta y consigue hacerse con el poder".

En el reparto, Denis Podalydés, clavado en su papel de Sarkozy; Florence Pernel, como Cecilia; Bernard Le Coq, como Jacques Chirac; Saïda Jaward, como Rachida Dati, y Samuel Labarthe bordando a Dominique de Villepin, y ninguno, curiosamente, parecido a ellos físicamente.

"Preferimos prescindir de maquillajes y artificios y tirar del potencial de los actores", de modo que "al minuto de ver a Podalydès, ya te olvidas de la cara de Sarkozy".

El ritmo de la película, que no cae en ningún momento, se apoya en unos diálogos ácidos y punzantes y una ironía refinada que ayudan al espectador a seguir los detalles de una historia que ya conoce por los periódicos y le resulta más que familiar.

El guión escrito a medias con Patrick Rotman, explica Durringer, "no va ni en contra ni a favor de Sarkozy", si no que "se trata de ser objetivo sobre el sistema político y cómo los políticos hacen su puesta en escena y pasan a ser parte del 'star sistem' y cómo se les empieza a tratar como estrellas del rock".

"Los políticos de ahora no pasan tres minutos sin decir una frase ocurrente, algo que haga reír al electorado, un poco lo que hacía Berlusconi, y no quiero decir que Sarkozy tenga nada que ver con él -aclara- pero sí en lo de soltar el chiste; es como el teatro, y lo hacen todos, buscan la frase para el telediario", resume.

Y además, se lamenta de que el fútbol acapare el espacio que debería ser de la cultura.

"Cuando una sociedad deja de apoyarse en la cultura puede caer fácilmente en el fascismo", reflexiona Durringer, y concluye que "habría que meter de nuevo a la gente de la cultura en la política, darían una nueva visión aunque fuera utópica"