El título de su último filme,"La delicadeza", le viene como anillo al dedo a esta exquisita actriz, distinguida embajadora del encanto francés por el mundo. A punto de cumplir los 36, Audrey Tautou, cuya intensa mirada recuerda a la de Ana Torrent en "El espíritu de la colmena"; puede comparar sus sutiles movimientos con los de una ilustre tocaya, Audrey Hepburn, en cuyo homenaje sus padres la bautizaron.

Hija de dentista y profesora, tiene dos hermanas menores y un hermano gendarme. Sería la genuina encarnación de la señorita de la burguesía provinciana francesa si no hubiera escorado hacia el aprendizaje teatral y llenado su vida profesional con actividades creativas y artísticas. Esa tendencia relegó una primera intención de estudiar primatología, impulsada por su pasión hacia los monos.

El mundo conoció sus ojos, tan profundos que no se ve el fondo; su elegancia natural y el inagotable caudal de expresiones perfectas en la comedia de 1998 "Venus, salón de belleza", de Tony Marshall, que le proporcionó el César a la actriz revelación.

Pero fue en el 2001 cuando "Amélie", de Jean Pierre Jeunet, la catapultó internacionalmente. Incluso fue invitada a unirse a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Pero no aceptó hasta el 2006, tras hacer frente a varios proyectos de repercusión: "Una casa de locos" (L´auberge espagnole), comienzo de la exitosa serie de Cédric Klapisch, o "Largo domingo de noviazgo", de Jeunet. Junto a Tom Hanks protagonizó "El código Da Vinci", en el 2005 y, un año después, "Un engaño de lujo", con Gad Elmaleh.

La película que ahora estrena, "La delicadeza", ópera prima de los hermanos Foenkinos, es una adaptación de la novela homónima de uno de ellos, David, un éxito de ventas que ya estaba traducido a 17 idiomas, y que se apoya en Tatou de principio a fin.

Narra la historia de Nathalie Kerr, una joven afortunada, que ha de afrontar que su recién estrenado marido, su gran amor, muera en un accidente. Su vida queda rota, pero tras un voluntario y prolongado aislamiento, descubre de nuevo la ilusión en un compañero de trabajo feo y desgarbado, pero de gran corazón.

Deliciosa comedia dramática que se enmarca en una temporada que muy bien podría llamarse el año Tautou: además del estreno pendiente de "Thérèse Desqueyroux", película póstuma de Claude Miller ("sabía que era un gran hombre, pero no suponía hasta qué punto", ha declarado), está rodando "La espuma de los días", de Michel Gondri, basada en la novela de Boris Vian.

Después intervendrá en la tercera entrega de "Una casa de locos", de Cédric Klapisch y, a continuación, en "La caja de té chino", a las órdenes del rebelde y talentoso actor Romain Duris, compañero de reparto a las órdenes de Klapisch.

Conocida ahora como la musa de Chanel, Audrey estudió modelaje en París antes de dedicarse al cine. Pese a sus vacilaciones, terminó posando para importantes revistas, como Vogue, Elle o Harperis Bazaar y prestó su rostro a campañas de L´Oreal o Montblanc.

Tras su prodigiosa interpretación en "Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel", fue imagen del mítico perfume de la firma, el nº 5. "Me sedujo. Fue el estado del espíritu de la marca. No debía convertirme en una percha, que exhibe la marca por todas partes, sino, más bien, en una inspiración. Fue un placer", asegura la estrella.

Cierto que su interpretación de Mademoiselle fue memorable: "Siempre pensé que algún día iba a representar el personaje de Coco Chanel, y es un papel que quedará grabado en mi memoria. Sobre todo la escena final, en la legendaria escalera del atelier parisino de la rue Cambon, con el vestuario procedente del Conservatorio Chanel, en aquella atmósfera perfecta".

El de Coco era un papel sometido a las coordenadas que impone un personaje real, con la carga de dificultad que representa redescubrirlo y darle cuerpo. Pero la actriz considera realmente peligroso su papel de Nathalie Kerr en el filme de los hermanos Foenkinos.

En él ha volcado toda su intuición y capacidad expresiva; su vulnerabilidad, su energía y esa distintiva cualidad de abordar registros muy distintos: "No es fácil hacerse con el duelo y los diversos momentos psicológicos que el personaje experimenta hasta renacer. No se rueda cronológicamente y eso requiere mucha atención. Era preciso llevar las cosas con la mayor sensibilidad posible". Un personaje que ella ha resuelto tal vez con mucha más pasión que otros precedentes.

Siempre ha reconocido su admiración por Meryl Streep, Juliette Lewis, Jodie Foster o Julianne Moore. Adicta a los viajes, donde y cuando sea, mantiene sus otras acrisoladas aficiones, como la navegación y la fotografía, y es bastante hermética con su vida privada.

De hecho, sólo se le conoce un amor, hasta el 2008, con el cantante y compositor Mathieu Chedid. Ella no da pistas. "No tengo por qué compartir mi vida privada. Incluso sin tener ningún problema en decir lo que pienso. Soy así. He sido educada así". Le tienta jugar con el misterio y está convencida de que debe preservar su intimidad.

Pese a ciertos coqueteos con la industria americana, Tautou no ha sucumbido a la llamada hollywoodiense. "Soy una actriz francesa. No digo que nunca más trabajaré en una película de habla inglesa, pero mi casa y mi carrera están en Francia y nunca me mudaría a Los Ángeles".

Sin duda, "La delicadeza" es un título muy adecuado para ella. En su opinión, es una cualidad que engloba muchas otras: "Una forma de honestidad, inteligencia, elegancia y discreción, de mirar y escuchar€". Eso la convierte en una rara virtud, que la aclamada actriz posee a raudales.