Con la saga de "Crepúsculo" ocurre lo que con otras series cinematográficas: a quien le gusta, le gusta, e irá a verla aunque no destaque por su calidad.

Pero incluso ese tipo de aficionados no encontrará ningún motivo especial para aplaudir un largometraje cuyo contenido, además, levantaba unas expectativas que no han sido satisfechas. Entre ellas, el siempre aplazado encuentro sexual entre los dos protagonistas, que discurre tan casto como el beso de las abuelas.

El producto, tan estirado que acaba cedido, vuelve a aprovechar el entusiasmo de los adolescentes (sobre todo ellas) para vender rancia mojigatería, por no hablar de valores incluso lesivos para la dignidad. Pero incluso eso podría pasarse por alto si Condon (¿de verdad es el mismo tipo que dirigió "Dioses y monstruos"?), o los actores, nos emocionaran. Ni uno ni otros se esfuerzan. ¿Para qué? El pescado ya está vendido.