No sé si usted sigue 'The Walking Dead', el tebeo convertido en serie que ahora, tras pasar por diferentes cadenas, emite FOX. Va por la séptima temporada, y la escabechina en el bloque de los zombis que se han adueñado del mundo y el de los humanos que luchan por la supervivencia contra los zombis y contra otros humanos es de proporciones bíblicas. Aún así, al menos hasta ahora, el protagonista sigue intacto. Es Rick, o sea, el apuesto Andrew Lincoln.

La sexta temporada dejó a los fieles con los ojos espantados porque el nuevo villano, Negan, el actor Jeffrey Dean Morgan, con un bate forrado de púas de alambre, tenía sometido, y arrodillado, al grupo de Nick. La tragedia saltó en forma de golpe violento. Pero no se supo quién moría. El primer capítulo de la nueva temporada comenzó en ese punto exacto. Tenso, durísimo, brillante, incluso bello en su desmedida monstruosidad, hay veces en que te resulta difícil seguir viendo la magistral actuación del malo, un buenísimo Jeffrey Dean, despiadado, cínico, convertido en dios sin alma. Mueren dos de los personajes centrales de la trama -que no desvelo por si quiere ver el capítulo- y los efectos especiales son tan reales que la productora, para quitar hierro al asunto, publicó fotos del maquillaje y parte del cómo se hizo.

Se agradece que la cortina del teatro se descorra y muestre un poco de la cara oculta. Sigamos jugando. 'Velvet' ha terminado esta semana, y con sonado éxito para Antena 3. Los 15 minutos de escenas en directo han sido todo un acontecimiento. Pero a mí me sigue fascinando que enseñen la trastienda, que nos desvelen el truco después del engaño. Los de 'Velvet' han creado un mundo inexistente, y lo han hecho muy bien. Por eso me encantan las bambalinas