No hay duda. El no referéndum catalán no lo ganó ni el flequillazo de Puigdemont ni los testículos en calostros del insensato, incendiario, torpe, irresponsable, alucinado, vergonzoso y fantasioso Mariano Rajoy, que podrá ser corrupto y un presidente para olvidar, pero no es tonto porque sabe muy bien que el mensaje de la porra, la violencia y el desmadre de un estado enfurecido y al borde del colapso va dirigido a la tropa ultra de sus votantes, y lo demás, hala, un purito y a elecciones generales, que arrasa el tío.

El domingo no ganó la mascarada del referéndum los que dicen haberlo ganado. En todo caso, y creo que es la sensación general, lo perdimos todos. Ya no hay vuelta atrás. Se ha roto el jarrón, y ahora es muy difícil recomponerlo. Las imágenes del domingo son de las que te dejan loco, tristón, y sin palabras. Y sí, esa guerra, la guerra de las imágenes, las ganó, aquí y en Uzbekistán, la banda del jefe de la mascarada ilegal, tan irresponsable y listo, tapa agujeros propios, como el otro. Pero el domingo, y quizá sea la guerra que más interesa en esta pieza, hubo otra guerra. Y tampoco aquí hay duda.

La ganó, con todas las de la ley - la ley del bien hacer, la ley de la competencia, la ley del servicio público, la ley de cubrir lo que tendría que haber cubierto TVE- La Sexta, sin contemplaciones, sin matices, sin equidistancias. Una cadena privada comiéndole el terreno a la pública. Qué gran desatino. El especial ´Al rojo vivo´ fue visto por el 28,01% de la audiencia. Mientras, periodistas de TVE clamaban su vergüenza por el trato informativo de la cadena pública. Haré como Tamara Falcó, encomendada al Santo Ángel - no conozco a ese pájaro- para encarar lo de Cataluña.