Podría hablar del horror y la rabia, de la impotencia y el asco que da tener que soportar como si tal cosa la presencia de un tarugo ilustrado como Salvador Sostres en TVE, un tipo que posó el sebo de su culo en un asiento del plató de '¿Cómo lo ves?', sahumerio de olores podridos que regenta Carlos Herrera, ese señor al que le pagamos un pastón para que cada semana nos insulte en un programa que no debe mantenerse ni una semana más en la televisión pública. Todo llegará. Si no los jefes, que hacen como si el desastre no fuera con ellos, la audiencia ha tomado cartas en el asunto, y si la noche del domingo, día en que se estrenó el truño, los datos fueron ridículos, ahora, que ha cambiado al sábado a ver si remonta, la audiencia ha arrinconado, ¿y hundido?, al arrogante presentador que lleva a tipejos como el mentado Sostres para que digan, con el desparpajo de los provocadores, que "un contacto físico y repetido en el trabajo no es acoso". La madre que los parió.

Podría, y lo he hecho, hablar de ese asco evitable, pero hace unas horas a La Sexta volvió Jordi Évole y otra nueva temporada de 'Salvados', y con la entrega, la palabra asco, horror, vileza, incredulidad, miedo, repulsa y lo que se quiera añadir se va acumulando en cada resquicio de tu cerebro porque el paseo que dio Évole por Mosul, bella ciudad iraquí reducida a polvos de talco, como se apuntó, ponía los pelos de punta. Ese es el legado del puto Dáesh y su delirio macabro, criminal, de un estado islámico global. Estos hijos de puta siembran el terror como único sistema de gobierno. Cuando la condición humana se reduce a escombro tan dañino el horror te estremece y paraliza.