Soy el fuego que arde tu piel, soy el agua que mata tu sed, el castillo, la torre, yo soy la espada que guarda el caudal, tú el aire que respiro yo, y la luz de la luna en el mar, la garganta que ansío mojar, que temo ahogar de amor».

Lo que acaban de leer -quizá hasta le suene- es la letra de la sintonía de una de las series más violentas y sanguinarias, con visos de realidad, que se han visto y se siguen viendo. Es ‘Narcos’. Una delicia de música y letra original de Rodrigo Amarante, cantante brasileño, con el que se abre el telón del infierno, de las despiadadas venganzas, de la muerte como moneda de cambio, del crimen como herramienta de gigantescas fortunas.

No me canso de escuchar esa dulce melodía, ese compás lento, esa voz sugerente que habla de la pasión en susurros. Ni todas las nuevas voces, ni ese ciego apoyo a la música que pretende hacernos colar de nuevo TVE con la inminente apertura de la academia de Operación Triunfo , donde el galán de la testosterona a borbotones Carlos Lozano da paso a Roberto Leal , sabrán emocionar una milésima parte de lo que consigue la voz mecida de Amarante en la sintonía de ‘Narcos‘.

Todavía no ha comenzado OT y ya tengo empacho. Es lo que nos pasa a muchos con Francisco Marhuenda , que rechazamos el original y amamos la copia que ha creado el humorista Raúl Pérez . Nos lo encontramos a todas horas y en todas las cadenas, y aún así va el tipo y se cabrea porque lo han echado de 13 tv. Si la música de ‘Narcos’ te engatusa y engaña porque jamás imaginarías que abre las puertas del apocalipsis, saber que la nueva temporada de ‘La mañana de La 1’, cuyas novedades se presentaron la semana pasada, incluye «estar muy pendiente de los ‘realities’ de la casa, Masterchef y Operación Triunfo », te da un bajón del quince por mucho que lo diga

María Casado volvió el lunes. Al fin. Periodismo de hienas Lo digo porque la imagen de Silvia Jato dominando la escena en el plató del programa ha sido tan dura como un balazo de los criminales. La señora presenta de pie, estricta, agria, con ese puntito de altivo des- precio y evidente arrogancia, con gesto de hacer ver que aquí mando yo, quizá ayudada por ese pelo trenzado en moño alto que deja la nuca al aire como una cigüeña malhumorada. No me gusta, ya lo he escrito otras veces, sigue sin gustarme cuando la vi el otro día hablando de pamplinas impropias de una tele pública malgastando un tiempo de oro con una solemnidad insultante. Me resulta más repelente que otras caras del universo de las estiradas, y las hay que me desestabilizan. Soy así de vulnerable, amores. Toc, toc, llama Ana Rosa Quintana. Ella sabrá si por estirada o fatua, solemne o doña de corral. No sé ustedes, si es que la ven por la mañana en Telecinco dejando que el broncas Eduardo Inda -periodismo de hienas-se apodere del tiempo excretando sonidos para impedir que se escuche la opinión ajena, no sé si ustedes se han dado cuenta de que algo ha pasado en la cara de Ana Rosa. Es como si vemos a la reina de verdad, a Letizia Ortiz.

Parece la de antes, la que salía en TVE con el manipulador Alfredo Urdaci - fastidia, señora mía, que ni una reina pueda borrar vídeos, wikipedias, fotos, en fin, el pasado para que no quede constancia tan chunga-, pero no es la mis- ma. La cara de hoy ha pasado por todos los talleres para que los orfebres hayan dado con la imagen actual. Pues con Ana Rosa, igual. Es la misma, pero con las mejillas infladas, el acordeón arrugado de su cuello como estirado, y sus ojeras como si no le diera vergüenza hablar de la nueva edición de Gran Hermano . Y sin dejar de hablar de caras, y de jetas, se confirma que Fátima Báñez está hasta su higo chumbo de que la confunda con Millán Salcedo , Martes y Trece, hasta el iPhone nuevo, ese de reconocimiento facial, sien- do ella la que posee melena con denominación de origen y la que de verdad agradece a las vírgenes lo bien que va su ministerio.

Grotesca homofobia en Mediaset apenas han pasado por el taller del orfebre no sólo la presente edición de Gran Marrano por mucho que hablen, también con pompa pero sin sustancia, de GH revolution sino a ¿Quién quiere casarse con mi hijo? En Gran Hermano no hay más revolución que la de saber cuándo se tirará el primer cuesco alguno de los exiliados del país de Rajoy o del país de Puigdemont .

Lo demás, hastío, frío y sed, tele de abuela, inventos, guionistas en acción, cadena antigua. En ¿Quién quiere casarse con mi hijo? , Cuatro, la novedad la pone el vestuario de la alcahueta Luján Argüelles. Lo demás, guionistas desatados, friquis de manual, ansia de foco, perfiles intercambiables con Firts dates , el propio GH, o los vecinos majaras de ‘Ella es tu padre’, donde por sacar cosa vista, leña quemada, pareja insoportable, sacan a Alaska y a su liendre, Mario Plomizo Vaquerizo . No veo la serie, y eso que Carlos Santos está inmenso como señora a lo Doubtfire, no porque Rubén Cortada apenas sirva como cosa decorativa fruto de orfebrería cara sino por si, en un descuido, sale Vaquerizo con su boca torcida. Los que no tienen arreglo ni en el mejor de los atelier son los de Intereconomía, que no saben qué hacer para llamar la atención.

El ridículo Eduardo García Serrano , el tipo que llamó zorra y guarra a una consejera catalana, participa en un gag que pretende ser cómico y sólo es patético haciendo el saludo fascista y dando pasos marciales por el plató para demostrar que es español porque no es marica y le gustan los toros, o algo así. Grotesco, de verdad. La vida, como la tele, iba en serio, venía a decir Jaime Gil de Biedma. Esta peña cutre, facha y delirante, vive en su mundo protegido por la libertad de expresión - Podemos los ha denunciado-. Que la tele va en serio, volviendo a 'Narcos' , lo ha sabido muy bien Carlos Muñoz , que localizaba escenarios para la serie, al perder su vida a manos de sicarios en Méjico. Su cabeza agujereada por los disparos no podrá ser remendada por ningún orfebre aunque su vida sí podrá ser recordada cada vez que se oiga la dulce voz de Rodrigo Amarante en la sintonía de ‘Narcos’ .