Esta no es una columna de crítica de cine, y ni siquiera el que escribe es algo más que un espectador común que de vez en cuando va a la sala grande y sale de ella diciendo me ha gustado o no me ha gustado esta película. Así que perdonen el atrevimiento, pero les traigo hoy aquí las sensaciones que me produjo 'Moonlight', la película que dirige con pulso exquisito y sensibilidad de mago Barry Jenkins.

En los Oscar se alzó, como ya sabemos, con el máximo galardón, el de mejor película. Gala, la de este año, que será la del error de los presentadores Warren Beatty y Faye Dunaway, que leyeron mal el sobre y atribuyeron el triunfo a otra de las favoritas, 'La La Land'. Que triunfe Moonlight este año, en los tiempos del necio y venado Donald Trump, es algo más que el triunfo de otra película que pasará a la historia de esos galardones de trascendencia mundial.

No sólo es una película con protagonistas negros y pobres de los suburbios de Florida sino que es una historia de negros que trafican con el menudeo de la droga pero tienen valores que se convierten en referente. No sólo es una historia con protagonistas negros sino que el protagonista es un negro que descubre que le atraen otros chicos, dato que es algo más que una anécdota en el mundo en que vive. Y por si fuera poco, el director es también negro.

Además, en esta historia dura y hermosa, conmovedora pero nada cursi, el actor Mahershala Ali, musulmán, se llevó el Oscar al mejor actor secundario. No es fácil hablar de sentimientos, de amor y deseos, con la brillantez y el magnetismo con el que se habla aquí, y no es fácil encontrar a unos actores en un estado tan sobresaliente de plenitud. Si pueden véanla. Déjense iluminar por la luz de la luna.