Al fin se hace justicia. Norma Duval en ´Amigas y conocidas´, en La 1. ¿Pero cómo no se les había ocurrido antes contar como tertuliana con el magín de esta señora, figura central del pensamiento de todos los tiempos, y cuya opinión es imprescindible, cosa de Estado, lo que este país andaba necesitando, y por supuesto lo que necesitaba y necesita la televisión pública?

El día de su incorporación, Inés Ballester, la presentadora, le va sacando tarjetas con diferentes asuntos para que «se estrene» como tertuliana. Le piden opinión sobre Carmen Sevilla, sobre Expo-Mujer, una feria que ella está organizando en Madrid, pero trata de explicar qué es esa feria y no me entero si en ella venderán bragas mágicas, maquillajes para gustar al marido, o libros de catequesis para que las esposas sean buenas cristianas en casa, y le piden que hable sobre tareas domésticas, sí, asuntos propios de la mujer, con un par de cojones, y si no, véanlo en la web de La 1.

Huy, pues yo no te veo a ti cogiendo la fregona, dice pizpireta la presentadora, con esa audacia inquebrantable de las periodistas de raza, que sí, mujer, que sé hacer de todo, y hasta cocinar, dice la vedette, a la que le sacan otro tema para que se luzca, famosos y política, y le pasan imágenes de cuando ella subía a los estrados de la manita del gran líder, del patriota, del salvador, de un Aznar que aún sonreía, y ella, rauda, inspirada, lo tiene claro, todo el mundo tiene derecho a opinar, suelta dando un golpe de melena que casi deja turulata a la colega de al lado, asegurando que Aznar fue un extraordinario presidente, y que Rajoy, oh my God, es tan bueno que nos ha sacado del abismo en el que estábamos, y que en sus viajes por el mundo todo el mundo lo reconoce. ¿Quién da más?