Claro que sí. Viendo lo que pasa en Rusia con el llamado colectivo LGTB España es el paraíso, la meca soñada, el destino ideal. Lesbianas, gais, transexuales y bisexuales son la escoria que hay que eliminar, literal, de las calles, plazas, trabajos, y casas de un país en donde esos ciudadanos son perseguidos de una forma obsesiva, enfermiza, y no sólo por otros ciudadanos anónimos o asociaciones coordinadas para tal fin sino por un aire de permisividad, incluso de aliento, que llega de las instituciones, estando a la cabeza un gobierno desquiciado que ha visto en el mariconeo una espita útil para que afloren sin grandes tumultos la rabia por situaciones de desigualdad, falta de trabajo, de libertad y otros asuntos turbios que no interesa airear. Mientras la gente se entretenga soltando su agresividad y veneno contra el homosexual no pide explicaciones por otros temas.

Las declaraciones de un tal Timur Bulatov, uno de los capullos significados que tienen la homofobia como sello de identidad del país, un energúmeno peligroso y violento, es de los que defecan cuando abren la boca para decir que "todos los homosexuales son pederastas", y quien los apoye son objetivos a derribar. Y así es, acosan, persiguen, y les hacen la vida imposible, incluso consiguiendo que los echen del trabajo. ¿Qué hace la autoridad, la policía, la justicia? Alentarlos. Las leyes rusas criminalizan la relación entre personas del mismo sexo. Por decreto, todos son machos, hasta las tías. Contado aquí no da la misma impotencia y rabia que cuando vi el lunes 'Viaje a la homofobia' en el nuevo programa de reportajes de Cuatro, 'Fuera de cobertura', que presenta cada semana Alejandra Andrade-Callejeros, En tierra hostil, Encarcelados-. Felicidades.