Cosas del directo, se decía antes. Cosas del directo, se dice. Cosas del directo, todo el mundo lo sabe, se refiere a que algo ha ido mal en la emisión en directo de un programa que la audiencia ve, y escucha, en el momento en que sucede. Es difícil, por no decir imposible, que en eso que se llama falso directo, es decir, que se graba como si fuera directo, pero se emite cuando venga bien, haya fallos, sobre todo fallos garrafales. Sería como para quitarle el título de responsable mayor al mayor responsable de que la cosa se vea bien y se escuche bien. ¿Pero qué pasa cuando algo falla si lo que vemos es lo que está pasando? Pues que dicen que el fallo es cosa del directo. Vale.

Gracias a esos fallos, un micrófono abierto que debía de estar cerrado, una tos, un foco que revienta por el calor o se cae - ¿de hastío?-, un escote que se abre más de la cuenta, o una silla que se desploma, gracias a esos fallos, digo, se han vivido momentos gloriosos. ¿Qué ocurre cuando el fallo sucede en una de las emisiones de 'Sálvame', por supuesto en riguroso directo? Pues que es un regalo caído del cielo. Estar quince minutos sin poder escuchar lo que se dice en esa feria de ganado es el mejor regalo que puede recibir un espectador. Sí, aunque sea un espectador fiel al truño, presentado el viernes, como gran novedad, por Kiko Hernández. Es más, mejor si es un espectador, una espectadora fiel a esa droga de diseño cuyos ideólogos son más dañinos que el vinagre con su mosca y todo. Creo que el momento del fallo, cuando los micrófonos se vinieron abajo, hartos de pamplinas, y se negaron a recoger tanta basura, hablaba una tal Anabel Pantoja sobre otra señorita de su familia, también escoria. Así que bendito fallo gracias al directo.