Menos mal que yo no soy así. Es una de las conclusiones maravillosas a las que llego, del tipo que te ayuda a dormir a pata suelta, cuando veo ciertos programas de televisión. Es verdad que la pantalla está llena, repleta, hasta el culo de monstruos, unos creados por la propia pantalla de los señores oscuros de carteras luminosas y opulentas, y otros creados por los propios aspirantes a monstruo, a carne de burdel, a estofado de discoteca entre guarra, palurda y hortera, y aún otros porque la vida, sin saber lo, les reservaba un dulce envenenado.

Menos mal que yo, ni la mayoría de mi círculo de personas queridas, somos así. Esta semana de estrenos en tropel, a uno o varios por no che y cadena -ya me fijaré en ‘Tiempos de guerra’, que este miércoles pasó Antena 3 con el sello de Bambú-, Cuatro ha tenido a bien recuperar un formato que en su día emitió la grande de Atresmedia. Hablo de ‘Ven a cenar conmigo’.

La puesta de largo fue el lunes pasado y en hora de lujo. Desde el martes, a las 8:30 de la noche, dejando el informativo de Miguel Ángel Oliver en apenas quince minutos, el concurso de ¿humor? se emite a diario hasta enlazarlo con ‘First dates’, otra cosa que también te hace decir menos mal que yo no soy así. Es verdad que Cuatro se ha especializado en productos donde el personal de calle se ha escogido a conciencia -véanse también los extraterrestres de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? -. En ‘Ven a cenar conmigo’ unos anónimos organizan cenas en casa para que los invitados, que más tarde cocinarán en las suyas, se sometan a juicio. Sin presentador, la voz cantante es la del narrador, que no podía ser otro que el chispeante Luis Larrodera, que añade hilaridad e ironía a unas situaciones y protagonistas que no, no son como yo.