Para qué le voy a dar más vueltas. Yibing es la china de 'El hormiguero'. Lleva ahí desde que empezó el año, más o menos. Cada semana, como el resto de colaboradores en la casa de Trancas y Barrancas, Yibing defiende su sección como una china, y el programa sube a las esferas de la magia televisiva. Es ella la que lo consigue, ella solita. Lo único que hace Pablo Motos es dejarla, darle pie, rendirse también a sus encantos, y sin duda lo que mejor hizo fue dar el visto bueno para tenerla en su equipo.

No tiene nada que ver, pero su exotismo -ya salió la palabrita- recuerda al de la mítica Usun Yoon, que pasó triunfal por 'El intermedio' y cuya estrella, al salir del programa, parece eclipsada. Lo de Yibing, digo, es distinto. Causa la fascinación del ingenuo, del dulce, no sé si natural, trabajada en el guión, o representada ante la cámara. Da igual. Llena la pantalla.

Cuando aparece Yibing la pantalla se ilumina. En su sección sólo habla de su país, de China, de sus rarezas, de los posibles puntos en común con España, de las diferentes, o muy diferentes en algunos casos, formas de abordar las mismas situaciones -la muerte, una boda, un divorcio, el contacto físico, el concepto de buena educación-. Pero eso, que podría ser un tostón, o tener un interés apenas social, desde luego no para sumario de un programa de entretenimiento, Yibing lo eleva a categoría de acontecimiento por su manera entre locuela, dulce, y a veces marciana de narrarlo.

Memorable el momento en que, hace unos meses, Yibing coincidió en 'El hormiguero' con el futbolista del Real Madrid Lucas Vázquez, al que tocó y besó casi por encima de sus posibilidades ya que el roce físico no es muy dado en los chinos. Vean a Yibing, no falla. Es grande.