Es la bomba, una algarabía que no cesa, es el Chiquito de la Calzada del humor, es el anuncio del dentífrico que te pone los piños más blancos que la cal, es la ternura en plan carne viva, es todo eso y mucho más, es La 1, es el sábado noche, es Jaime Cantizano y es Jugando con las estrellas, ay, qué risa más tonta. No lo estoy explicando bien. Que lo haga el presentador, que para eso le pagan. Jugando con la estrellas es famosos que se quedan con el culo al aire ante las verdades que cuentan los peques de la casa. Las intimidades, comportamientos, manías, lo cuentan todo, y ya sabemos que los niños siempre dicen la verdad. Pero, sigue el presentador con los dientes chorreando cal, ¿merece la pena tanto esfuerzo? Sí, se contesta, porque ellos vienen a conseguir dinero para la ONG que hayan elegido -o sea, que Jugando con las estrellas por tener tiene hasta su poquito de solidaridad-. Pueden ser… silencio dramático, expectación máxima, más de 10.000 euros para esa ONG, y mientras lo dice eleva el tono de la voz como el político eleva el tono de la voz para cerrar la frase -y beber agua- indicando al público que es ahí donde hay que aplaudir, gritar, quizá rugir. O votar. Como este domingo, ya sin tonterías del tipo «no toca», «estoy en Andalucía y esa es mi prioridad», «no tengo más ambición que la de mi tierra», «quiero un PSOE unido -tras meterle cuchillitos en los ojos-», como este domingo, digo, saldrá a la pista Susana Díaz para presentarse a las primarias de su partido, que también ha iniciado su particular Jugando con las estrellas -Pedro Sánchez, Patxi López, y la mentada, muñequita con su leco de andaluza que exagera el tono y los dejes como una tonadillera que mueve sus manitas y sus labios al son del viejo zorro Felipe González, esa señorona que fuma puros, pasea su vesania en yate y compite con Aznar a ver quién suelta la majadería antisocial más gorda, que las señoronas de derechas se ponen resabiadas a ver quién se lleva al catre al primer Vargas Llosa que se tercie-. Con estrellas así no hacen falta niños en el plató.

No, hombre, venga

Una estrella que no puede faltar en esta página porque el tipo se lo curra con ardor más que guerrero es Mariano Rajoy. No me negarán que no es una criatura nacida para esto del entretenimiento. Lo mismo podía estar en lo de Jaime Cantizano que en lo nuevo de Jorge Javier, ese viejísimo producto que ahora emite Telecinco la noche del sábado diciéndole que es de Luxe. Ningún programa es de lujo si aparece Sánchez Dragó. No hay programa de lujo donde esté Jorgeja, lo produzca La fábrica de la tele, lo emita la cadena gorda de Paolo Vasile, y trate de resucitar a la momia pestosa de La noria, gran hermana del periodismo cutre que sustituye a Belén Esteban y a otras maris de Sálvame por polemistas profesionales, dispuestas a ocupar la trona de María Patiño y la de Mila Jiménez en nombre del debate serio si esas polemistas son Pilar Rahola y Paloma Zorrilla, las Eduardo Inda y el Paco Maruhenda del negocio sabatino. La feligresía más adicta de la casa quiere ginebra de garrafa, agarrones de verdad, sangre y vísceras, así que no me venga Lucía Bosé con sus pelos azules poniéndose intensa ya que no hay dios que aguante tanta hora de televisión que aspira a los buenos modales pero con los albañiles de siempre. Pero insisto, en cualquiera de los espacios mentados quedaría bien la presencia del presidente del Gobierno. Está tardando Javier Cárdenas en hacer del vídeo de Mariano contestándole al periodista de la BBC un vídeo viral. Es muy grande este hombre. En Hora punta daría el campanazo. En El Intermedio, y sin manipular ni puñetas, levantaría al público del plató y dejaría tirado en el sofá al de casa. Sólo a un lumbreras como a Rajoy se le ocurre contestar, cuando el periodista británico Nick Eardley le pregunta sobre el brexit, «Bueno… no, hombre, no vamos a tener… venga», saca media lengua, señala con la mano a otro periodista y hasta luego, Lucas. Este hombre sabe de qué va esto.

Yo, yo, y yo

Y en este cielo estrellado de clásicas glorias irrumpe un niñato, el cocinero David Muñoz, marido de Cristina Pedroche. Se hace llamar Dabiz, con b y con z, qué pasa, tío, y no necesita a nadie para jugar con estrellas porque él es la estrella, la única del firmamento. Él sólo juega consigo mismo. Volvió a Cuatro esta semana con el El Xef -no dice chef sino xef, no llama a su restaurante Diverso sino Diverxo, no firma como David sino como Dabiz- y demostró que su ego ha seguido engordando tanto como su negocio, que ha abierto sucursal en Londres, tal como se vio en el estreno de la segunda temporada. David Muñoz es tan original, tan dios, tan de todo, tiene un ego tan cebado porque así son los niños terribles, que se embola en un programa donde se ensalza la alta cocina, la cocina de autor, el refinamiento culinario, y luego te das cuenta de que tal programa está patrocinado por una marca reina de cocina basura, de cocina de rancho, puaff. Para promocionar su vuelta, el cocinero canalla, el cocinero malote, el niño divino, se pegó tatuajes en su lomo, se puso dientes postizos de metal dorado, se pintó los ojos con maquillajes de bufón de barrio, en fin, que él no juega con otras estrellas porque la única de su firmamento es él. Reconociendo su capacidad de trabajo, sus arreos para la lucha, me empacha. El ego de algunos es más pesado que el hígado de pato en vena. Pero hay veces en que el ego está más que justificado. Vean si no el polvo levantado por Risto Mejide cuando el martes, ante la final de Got talent, abandonó el plató cuando vio que llegó hasta ella El Tekila, estrambótico señor que representa la entronización no del talento sino de la payasada, para humillación de los verdaderos talentos. Edurne, Jorge Javier Vázquez y Eva Hache son cómplices de esta burla. Se empieza así y tenemos a Rajoy como presidente, vino a decirle Risto a Santi Millán, presentador de Got talent, que lo persiguió por los pasillos al estilo Sálvame cuando sus divas dan la espantada. Hay juegos con estrellas que son muy peligrosos.