Luces de Bohemia revolucionó el mundo teatral tras su creación y con ella se inauguró un género nuevo, el esperpento, que rompía con las convenciones escénicas anteriores. El paseo de Max Estrella, un «hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales», por un Madrid expresionista, grotesco y marginal sirvió a Valle-Inclán para que España se mirara en un espejo y viera cómo la ciudadanía estaba atenazada por la corrupción de los poderosos y sus aviesas intenciones. ¿Les suena? Pues a Alfonso Zurro también. Por eso ha recuperado el texto del autor (epítome del artista moderno y su trágica lucidez) y lo ha llevado a nuestros días. Tras su triunfal estreno en octubre pasado en Sevilla este fin de semana ocupará las tablas del Teatro Cervantes.

Las intenciones de Zurro con su relectura valleinclanesca son claras: «En este montaje de Luces de Bohemia hemos intentado hacer algo diferente a lo que ya hemos visto en las versiones de este clásico. Nos acercarmos al mundo contemporáneo. En la obra estamos indudablemente en Madrid, pero no en ese Madrid añejo sino en un Madrid con pinceladas contemporáneas. Incluso hay guiños anacrónicos, juegos de complicidades con el espectador de hoy. Con Valle pasa que a veces suena a zarzuela. Pero qué frases las de Valle-Inclán...», comentó el director en una entrevista con el diario ABC. Aunque, eso sí, las críticas resaltan que el director ha sido tremendamente fiel a la letra y el espíritu de la obra original de Valle-Inclán.

Los actores Roberto Quintana -en los papeles de Max Estrella y el Marqués de Bradomín- y Manuel Monteagudo -Don Latino- encabezan un amplio reparto que completan Juan Motilla, Amparo Marín, Antonio Campo, Rebeca Torres, Juanfra Juárez, Silvia Beaterio y José Luis Bustillo. Entre todos ellos encarnan más de cuarenta personajes, los que componen el fresco ideado por Valle-Inclán.

Teatro Clásico de Sevilla ha apostado por llevar a las tablas un montaje que, debido a su complejidad, no es habitualmente representado. A pesar de que ha pasado casi un siglo desde su publicación, la vigencia del texto continúa prácticamente intacta. Las palabras de Valle, su estilo ácido y el delirio sensato que le acompaña encajan perfectamente con estos primeros compases del XXI.