Ocurrió en Málaga, hace tres años. Pastora Soler se desmayaba sobre el escenario del Teatro Cervantes, al que se anunciaba que no volvería a salir. Superada por el ritmo frenético de su carrera, la sevillana decía entonces un adiós a la música que parecía definitivo, pero el descanso y la maternidad le han dado fuerzas para volver. Su regreso al mundo de la canción lo hace con La calma, un disco de amor y desamor que la ha devuelto a los escenarios. Lo retomó donde lo dejó, en el Teatro Cervantes, y ahora regresa a una de sus tierras preferidas (su marido, el coreógrafo Francis Viñolo, es boquerón). La cita, este sábado, en el Auditorio Municipal Cortijo de Torres.

¿Cómo está viviendo el regreso a los escenarios?

Muy feliz y emocionada, porque cada concierto está siendo muy especial. Yo siempre me he considerado una artista muy de directos, y sigo en ese disfrute.

Lo hace con nuevo disco, La calma. El título ya es muy revelador.

Sí, la verdad es que sí. Para nada es un disco calmado, es muy enérgico, con mucho sentimiento, pero me quedé con ese título porque está concebido y hecho desde una paz que nunca había podido disfrutar, por estar desde muy pequeñita siempre trabajando y compaginando los estudios con esta profesión. El haberme parado, haberme encontrado como persona y contar las cosas que han pasado me han hecho encontrar esa calma en mi vida.

¿Qué hay de su retiro en La calma?

Hay mucho, pero mirándolo desde el punto de vista positivo. Toda la experiencia y todo lo sacado de bueno de todas las tormentas que nos pasan en la vida.

Precisamente hay un single que se titula La tormenta.

[Risas] Claro. Salió así porque todos en nuestras vidas tenemos tormentas, todo no puede ser nunca perfecto. Pero de esas tormentas hay que aprender que después viene el momento bueno.

¿Ha cambiado su modo de enfrentarse a la música?

En general, sí. Sobre todo, el mayor aprendizaje es intentar disfrutar y que el trabajo te permita vivir. Yo, los últimos años antes de dejarlo, estaba viviendo solamente para trabajar. Tengo muchísima disciplina, siempre me obsesiono mucho con las voces, y me estaba convirtiendo en una máquina de cantar. Por eso la principal lectura es que entre proyecto y proyecto hay que hacer un paréntesis. Ahora me tomo cada concierto como un disfrute. También un hijo te hace equilibrarte bastante en ese sentido.

¿Le ayudó mucho la maternidad?

Sí, claro. Para mí, el momento doloroso de dejarlo me duró poco porque al poquito estaba embarazada. Eso me ha ayudado mucho a ordenar todo. Y lo sigue haciendo. Ahora voy a los conciertos los fines de semana y el lunes está ella y me ayuda a vivir una vida diferente.

¿No cuestan ahora más las giras?

A veces sí todo es más complicado, pero me intento organizar un poco más. Me voy al concierto y vuelvo lo más temprano posible para estar con ella. Las distancias largas me cuestan un poquito más, porque aunque sea ida y vuelta, la distancia me pesa mucho. Por eso intento que sea el menor tiempo y las menores veces posibles.

La canción que cierra el disco, Estrella, se la dedica a su hija. Y es la única que ha compuesto usted.

Yo en todos mis discos he compuesto alguna canción y aquí, aunque me llegaban canciones maravillosas, sabía que el tema de ella lo tenía que escribir yo. La verdad es que me costó mucho, hasta última hora estuve cambiando cosas de la letra. Le he dado más vueltas que a ninguna en mi vida, porque todo te parece poco [ríe]. Lo más bonito es que ella es la que termina el tema cantando Estrellita. Ahora no la quiere escuchar, no le gusta [se ríe], pero con los años le gustará.