En junio de 1929, Federico García Lorca llegaba a Nueva York con el ánimo un tanto apesadumbrado por diversas circunstancias. La publicación de El romancero gitano convirtió al granadino en el poeta español más reconocido. Las ventas del poemario fueron inauditas en aquella época, pero este éxito no vino acompañado de la felicidad y el regocijo de su autor, ya que Lorca rechazaba la idea de que se trataba de una obra sobre el folclorismo andaluz, algo de lo que le acusaban sus amigos Buñuel y Dalí. El poeta, además, atravesaba por una etapa sentimental convulsa a causa de la ruptura con el escultor Emilio Aladrén. Necesitaba cambiar de aires para encontrarse a sí mismo, y la oportunidad se la brindó la Gran Manzana, donde fue invitado para dar una serie de conferencias. Aquella experiencia provocó sus versos más surrealistas y que dieron como resultado Poeta en Nueva York, considerada su obra más compleja. Un excelente poemario experimental que lamentablemente no vería publicado en vida.

El actor Alberto San Juan acude el jueves, 12 de julio, al escenario de La Cochera Cabaret (22.00 horas) para meterse en la piel del granadino y narrar su periplo por tierras americanas, que completó con una visita a Cuba. Acompañado por Fernando de los Ríos, Lorca atravesó en barco el Atlántico para toparse con la Estatua de Libertad y una gran urbe que le dejó impactado. Los paisajes de la ciudad, desde Harlem hasta los rincones más sórdidos de Manhattan; los alegres locales de jazz o la vigorosa muchedumbre de Coney Island asombran y despiertan la sensibilidad del poeta. A su vuelta a España, Lorca presentó su poemario, aún inédito, en una conferencia que ofreció en la Residencia de Señoritas de Madrid.

«Hay que ser claros. Yo no vengo hoy para entretener a ustedes. Ni quiero, ni me importa, ni me da la gana. Mas bien he venido a luchar. A luchar cuerpo a cuerpo con una masa tranquila, porque lo que voy a hacer no es una conferencia, es una lectura de poesías. Carne mía, alegría mía, sentimiento mío. Y yo necesito defenderme de este enorme dragón que tengo delante y que me puede comer con sus trescientos bostezos de sus trescientas cabezas defraudadas. Y esta es la lucha. Porque yo quiero, con vehemencia, comunicarme con vosotros. Ya que he venido, ya que estoy aquí, ya que salgo por un instante de mi largo silencio poético. Y no quiero daros miel, porque no tengo, sino arena, o cicuta, o agua salada. Lucha cuerpo a cuerpo, en la que no me importa ser vencido». (Federico García Lorca).