A Hugo Ortiz, o sea, Costa, le admiran tanto y tantos como tanto y tantos le detestan. Sus letras, desde luego, polarizan, con ejemplos que aún resuenan en artículos periodísticos sobre el machismo en el trap y derivados («Ya no eres tu mi puta, puedes vestirte e irte, ya no te quiero no, ni para escupirte», «Tu cara, puta, es de choni hagas lo que hagas»). Incluso una foto que se hizo con Íñigo Errejón sirvió para que le cayeran chuzos de punta al responsable de Podemos, atacado por muchos, incluso desde su bando, por aliarse con un gangsta que escupe contenido moralmente poco recomendable. El caso es que actúa este fin de semana entre nosotros, en La Trinchera, para presentar su mejor y más trabajado disco, Maldito. En el álbum está arropado por colaboradores como Natos y Waor, Lawer, Cuban Bling y Elegangster y, en la consolas, Ikki, The Zombie Kids, Evangelos, Subshock, Miguel y Fosi B.

El nombre de Costa saltó a la primera plana hace unos años, en 2016: tras la presión de diversos partidos políticos y colectivos ciudadanos, su participación en un festival de hip hop en Torrejón de Ardoz por sus letras «machistas», esgrimiendo versos como «Yo la zurro en los labios, no dice nada», «Esos ojos de guarra piden bofetón», «La pego y la araño, en el club o en el baño no voy a dejar de darte hasta que te haga daño». Su autor justificó sus rimas como parte de su libertad artística y su origen humilde: «Cuando grito puta o zorra en mis canciones, estoy hablando de mí mismo, de la vida que me ha tocado vivir». Él responde en Maldito, en el tema Diablo: «A esa cruz quieren clavarme/que me claven/Soy el ángel caído/Tengo una estatua en El Retiro [...] Tengo cuernos, un tridente, huelo azufre y mucho rabo». Desde luego, este hombre no se corta.

Polémicas aparte, Maldito es un trabajo más que meritorio, brutal pero dinámico, con unas producciones encomiables y un carisma que se estila poco en estas tierras. Quizás tenga que ver en su originalidad el hecho de que Costa iniciara su carrera musical no precisamente en el rap sino en el grupo de hardcore straight edge Down for the Count. La cosa tiene guasa porque el straight edge es una vertiente antidrogas y militante del veganismo del hardcore, y en las actuales letras de Costa se pueden oír cosas como «Me he fumado todo Chaouen». Contradictorio o no, rimador peligroso o hábil prestidigitador de la burrada sin consecuencias, lo cierto es que Costa es un personaje y un fenómeno digno de interés.