Ya ha llovido desde que José Luis García Pérez (Sevilla, 1972) pisó un escenario por primera vez de la mano de Benjamín Soriano, promotor de unos talleres de formación teatral en colaboración con la Universidad de Sevilla y Juventudes Socialistas de Andalucía. Corría 1991 y la obra se titulaba Pero no morirás. En los 28 años sucesivos, García Pérez ha acumulado un vasto curriculum en teatro, cine y televisión, el medio que le ha dado popularidad con series como Periodistas, Hospital Central, Amar en tiempos revueltos y más recientemente Hospital Valle Norte y Secretos de Estado. Ahora está de gira con la tragicomedia El mago, dirigida por Juan Mayorga; comparte elenco con María Galiana (la abuela de Cuéntame), Tomás Pozzi y Clara Sanchís. El actor atiende la llamada telefónica de este diario en su casa de Madrid... «Un momento, ahora le atiendo. Estoy con el bebé». José Luis García Pérez acaba de ser padre y ejerce como tal. Ha tenido un niño con su pareja, la también actriz Cristina Alarcón.

Enhorabuena por su reciente paternidad. ¿Cómo se lleva eso de la conciliación laboral y familiar en una familia de actores?

Si para cualquier familia lo de conciliar es complicado, en ésta se torna una auténtica aventura. Pero bueno, vamos apañándonos. Creo haber descubierto que hay algo innato dentro de uno mismo con respecto a la crianza de un bebé que brota al ser padres. Uno tiene dudas sobre su preparación para esto, pero no sé cómo las cosas fluyen.

¿A qué reflexiones lleva al espectador este último proyecto de Mayorga, un autor especializado en hurgar en lo más profunda de nuestra naturaleza humana?

Lo primero que hay que decir es que con esta función el público se ríe... pero al llegar a casa te vas a preguntar de qué te reías. Es una obra que reivindica el uno mismo, que trata de las libertades individuales y de la libertad colectiva como suma de todas ellas. Imagino que cada espectador llegará a sus propias conclusiones, pero éstas son las mías. De lo que no cabe duda es de que Mayorga es el pistolero mayor del Reino cuando se trata de disparar con palabras y dar en la diana de la materia gris donde bullen los pensamientos y las emociones.

Creemos vivir en un país y una época pródiga en libertades, ¿es realmente así?

Quizás están más amenazadas de lo que creemos y, por otra parte, ¿cuánto tiempo dedicamos a nosotros mismos?, ¿cuánto al desarrollo personal y el cultivo del uno mismo? Da que pensar.

¿Con humor todo es más fácil?

El humor es un vehículo extraordinario para trasladar todo tipo de mensajes y en este caso, con El mago, Mayorga explora sus posibilidades como nunca antes.

Ya que hablamos de humor, ¿España da risa o ganas de llorar?

Muchas veces hay que reírse para no llorar... No, en serio: estamos

en un momento clave y todos debieran ser conscientes de ello. Como decía Gandhi, «tu futuro depende de lo que hagas hoy».

¿Qué espera la gente de la farándula del próximo Gobierno de España?

Respeto, poder hablar de todo con el debido respeto: de imagen exterior -o sea, de Marca España-, de apoyo económico, de la contribución del sector -y de las artes en general- al enriquecimientro cultural... Queremos y necesitamos respeto más allá de la etiqueta de sector del entretenimiento porque nuestra actividad es generadora de riqueza más allá de todo posibilismo; eso es una certeza.

Bien lo puede decir usted que es un obrero de la escena, en la que ha hecho mucho y de todo: actúa, dirige, produce...

Que nadie se engañe, esto es un oficio de pico y pala. Aquí, el brillo y el glamur asociado a un bombazo que puede pegar de vez en cuando un proyecto en el que has trabajado dura lo que dura... más bien poco. Y luego nadie se acuerda de ti; pero, claro, comes todos los días. Spielberg no te va a llamar a casa para su próxima película, o sea que no queda otra que estar en el machito, hacer castings, inventarte tus cositas... En dos palabras: ser emprendedor. Eso es fundamental en este negocio.

Como andaluz que es, ¿qué le ha parecido el reciente vuelco político producido en su región?

Desde el mayor de los respetos a la opinión de cada cual, a mí no me gusta que la extrema derecha haya irrumpido en el escenario político. Y no me gusta porque creo que los extremos no nos llevan a ninguna parte, que no son la solución a nada.

Imagino que cuando construye un personaje -pienso por ejemplo en sus papeles de médico en teleseries de trama sanitaria- procura empaparse de ese ambiente para coger matices. ¿Lo tuvo especialmente fácil con Gutiérrez Casas, ese político corrupto y cabroncete al que da vida en el thriller político Secretos de Estado?

Pues sí, sí que es verdad que procuro prepararme intelectualmente los diferentes personajes que interpreto para hacerlos míos. Abordo esa cuestión con un acercamiento a mundos que no son el mío y siempre suena la campana y pillas un matiz aquí, una idea allá. Con los políticos no fue difícil, en efecto, porque abundan y están por todos lados. Percibí que el ambiente, el espíritu, las ambiciones que laten en esos ambientes no son muy diferentes en la vida real de lo que se cuenta en la serie. Otra cosa es que los políticos a lo que observé no son a priori corruptos... Veremos si los tribunales no dicen lo contrario dentro de unos cuantos años.