Sorprendieron, para bien, las malagueñas Caramala en la pasada edición del Festival de Teatro del Cervantes y el Echegaray con La plaga. Carmen Baquero, Virginia Muñoz y Noemí Ruiz ofrecieron una versión de sí mismas un tanto más oscuras. Ya no son las gamberras desvergonzadas que montaron una compañía propia hace diez años para dar salida a sus inquietudes artísticas. En su último espectáculo hay compromiso y una mirada de acero a la sociedad en la que vivimos. Tanto gustó que ahora regresa a la cartelera del Teatro Echegaray, hoy y mañana.

«Hay una madurez distinta en nosotras, que tenemos otra edad y nos comprometemos con lo que está pasando. Todo eso se traduce en un espectáculo mucho más maduro y que bebe de las cosas que pasan a nuestro alrededor y de las preguntas que nos hacemos. Sí, quizá sorprenda un poco más porque desplegamos un humor mucho más negro. No es un humor tan blanquito como el de La hora feliz», nos comentó Carmen Baquero días antes del estreno en el Festival.

Bajo la dirección de Chiqui Carabante y con la dramaturgia de Sergio Rubio y el propio Carabante, La plaga se centra en un tema capital del ser humano: la educación. «Creemos que hay una relación muy directa entre el tema de la educación y lo que está pasando a nivel mundial, como el renacer de las corrientes fascistas o el retroceso en la libertad de expresión», matiza Noemí Ruiz, que sostiene que la obra quiere «indagar sobre cómo estamos educando a nuestros hijos» y, por consiguiente, «cómo van a ser las generaciones futuras».

En La plaga, los piojos asuelan un colegio de barrio. El AMPA declara estado de guerra: no habrá piedad para los que no usen champús antiparasitarios. Nadie va a salir bien parado de esta historia en clave de comedia ácida. ¿Quiénes educan a un niño? ¿La familia? ¿El colegio? ¿La sociedad...? Grupos de WhatsApp opresivos, madres salvajes, padres 'ovolacteovegetarianos', niños desorientados, niñas respondonas y profesores masacrados intentarán encontrar la respuesta a la incógnita de la educación,

Caramala consideran «fundamental» que el público «se haga preguntas y se marche a casa reflexionando» tras asistir a una función. «Siempre hemos tenido esto presente en nuestro teatro. Desde que empezamos, todas nuestras obras se han hecho preguntas. Es cierto que estos diez años nos ha dado una madurez y que ahora tenemos la necesidad de contar esta historia. Sabemos que quizás no le va a gustar a todo el mundo, pero necesitamos hablar de temas más seriamente cómicos o más cómicamente serios. Queremos dejar de ser chicas amables. Ahora somos más maduras y nos sentimos, aunque siempre lo hemos sido, más feministas, más comprometidas y más participantes de la sociedad».