El intérprete vuelve mañana y el domingo al Teatro Cervantes. Lo hace con Copenhague, un drama de Michael Frayn que adapta el director de escena argentino Claudio Tolcachir. Gutiérrez Caba da vida al científico danés Niels Bohr en una jornada en que se encuentra con su discípulo Werner Heisenberg, que interpreta Carlos Hipólito.

¿Cómo se prepara a Niels Bohr?

Memorizando lo escrito por Frayn y atendiendo a los antecedentes históricos que puedo, porque esto no es una biografía. No se trata de saber si fumaba pitillos o no los fumaba. Michael Frayn aprovecha su obra para hablar de la amistad, de los problemas éticos de la ciencia.

Claudio Tolcachir llama a Copenhague «policial cuántico».

Es un thriller. No se conocerá nunca la conversación entre Bohr y Heisenberg. Se produjo en una calle oscura, dando un paseo muy corto. Heisenberg le preguntó por la ética de los científicos, Bohr se dio cuenta de que el alemán quería saber más de lo que debía y cortó la conversación.

¿Qué le sedujo de esto?

Copenhague es un texto muy hermoso. Bohr, mi personaje, es muy arriesgado, muy interesante. Es el científico ante la humanidad, ante su mujer, ante su amigo. Todo esto me sedujo de esta obra.

¿Qué debe tener una obra para que sea la suya?

Son una serie de variantes. La obra que eliges te tiene que gustar porque la vas a hacer todos los días. Haces la película y ya está, a los pocos días la dejas. Tienes que defender el espectáculo día a día ante distintos públicos, por eso tienes que creer mucho en tu texto.

Nació durante una gira teatral, y lleva 57 años como profesional de las tablas. ¿Qué ha cambiado?

Ha cambiado todo. Igual que la sociedad española. El teatro de entonces no tiene nada que ver con el que se hace hoy en día: ni técnicamente, ni siquiera artísticamente. Era otra forma de hacer teatro. Lo hacíamos dos veces al día y catorce veces por semana. Ahora lo hacemos una vez por jornada y dos veces por semana.

Trabajaban más.

Se trabajaba más. Se tenía la constancia de que el teatro era como tu segunda casa y no había una desconexión. Ahora coges a un compañero, hacemos un montaje, se corta un domingo. Y hasta el siguiente fin de semana no nos volvemos a ver. Hacemos una gira de bolos.

¿El teatro ya no interesa?

Se ha reducido mucho el número de espectadores, pero es que todo ha cambiado. Sólo había dos espectáculos en realidad: el cine y el teatro. La televisión era muy marginal. Hoy en día la cantidad de espectáculos es enorme: no sólo en la tele, en internet...

¿Es bueno que todos los teatros sean públicos?

Las obras de una cierta calidad que se representan en Madrid están producidas por teatros públicos. Los privados tampoco es que tengan muchas posibilidades de producir: no hay un tejido suficiente. En 1968 teníamos en Madrid catorce teatros dramáticos. Y ahora están los teatros musicales, que es lo que sabíamos que iba a ocurrir. Los americanos dijeron que tenían que rentabilizar los musicales y para eso lo que tienen lo llevan a todas partes. Desde mi punto de vista, cualquier obra musical si se hace igual que en el formato de Broadway señala carencias creativas. Cambian los repartos, pero no los mismos pasos.