Una ópera prima más que digna y con destellos de buen cine que sienta las bases narrativas de un director, el vasco Igor Lejarreta, que apunta cosas interesantes para un futuro inmediato. Aunque la película tiene algunos defectos y peca en ocasiones de embrollar la trama, llegando a extremos un tanto rocambolescos, nunca pierde el hilo de conexión con el espectador y depara momentos loables que se agradecen. Planteada como un thriller en el que los vínculos familiares son esenciales, en su debe también hay que señalar la parquedad de unos sentimientos que no afloran con la necesaria intensidad.

Coproducción entre España y Argentina, aunque rodada casi en su integridad en el País Vasco, cuenta con el refuerzo fundamental de dos actores argentinos, Florencia Torrente y Eduardo Blanco, que son claves en el desarrollo de la historia, especialmente el segundo, que vuelve a dejar constancia de sus cualidades en el marco de un humor cínico e inteligente. Ella, sin embargo, es la que abre el camino de un relato que va incrementando la tensión y el drama a medida que se desarrollan los acontecimientos.

El detonante es el escrito que recibe en Buenos Aires, enviado desde Durango, la joven Laura en el que se le comunica que el cadáver de su padre ha aparecido enterrado en un bosque y que murió hace treinta años de un disparo en la nuca. A pesar de que tiene muy pocos recuerdos de él, Laura se siente impactada por la noticia y decide trasladarse a España para averiguar lo sucedido. Lo hace acompañada de su padrastro, Fredo, y con el ánimo de enterrar las cenizas de su madre, fallecida cinco años antes.

Es así como se abre paso una intriga que involucra a familiares de Laura, un empleado de una compañía de seguros, agentes de la Ertzaintza e incluso miembros de ETA. Es una fase que a veces se pierde en una especie de laberinto innecesario, que pone sobre el tapete las mentiras y las traiciones que se conjugan en el seno de un clan con intereses creados. La verdad, finalmente, resplandece, configurando un final forzado pero efectivo que nos hace confiar en un nuevo y prometedor cineasta.