Solo comete un error, el de dilatar el metraje hasta los 136 minutos con algunos momentos que no eran fundamentales, pero al margen de eso, que es un factor secundario, esta nueva intromisión del director catalán Isaki Lacuesta en el universo gitano reitera uno de los grandes aciertos de su cine, la enorme credibilidad y esa naturalidad que preside sus imágenes. De ahí que se haya dado la insólita circunstancia de que haya merecido de nuevo, como ya sucedió en 2011 con 'Los pasos dobles', la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. Es verdad que sus películas no tienen después el reclamo que merecían en la taquilla, pero eso es otra historia.

Responsable de una obra que se divide a la par entre el documental y la ficción, con cuatro largometrajes en cada género, en 'Entre dos aguas' se produce tal fusión de ingredientes que resulta complicado efectuar una definición categórica al respecto. Al final se ha optado con toda lógica por catalogarla como una ficción, si bien ha habido voces que se han inclinado por la otra opción. Lo que sí está meridianamente claro es que podríamos hablar de documental de ficción o de ficción documental. En todo caso, Lacuesta ha puesto de su parte esa sensibilidad única para que los protagonistas sean tipos de carne y hueso.

Se da, por cierto, la circunstancia de que los dos principales personajes, los hermanos Israel Gómez Romero y Francisco José Gómez Romero ya habían trabajado con el realizador doce años atrás, cuando los seleccionó mediante un casting para que debutasen en la pantalla grande con 'La leyenda del tiempo'. Y fue tal la fortuna de esta iniciativa que los dos emprendieron el oficio de actores. En los cometidos de Isra y Cheíto nos topamos con dos jóvenes gitanos que viven realidades muy distintas, aunque en el mismo decorado de la ciudad gaditana de San Fernando. El primero acaba de salir de la cárcel por un delito de tráfico de drogas y el segundo ha participado como marinero en un viaje por Africa y Asia