Una de esas insólitas y sorprendentes películas que llaman poderosamente la atención de público y, sobre todo, crítica que efectúa un retrato profundo y auténtico de un grupo de personas, especialmente mujeres, que atraviesan un momento decisivo en sus vidas. Fue, desde luego, todo un impacto en el Festival de Berlín, donde recibió el Oso de Plata a la Mejor Actriz para Ana Brun, el Oso de Plata Premio Alfred Bauer y el Premio Fipresci de la Crítica Internacional. Nadie podía esperar que una cinta paraguaya desatara tales pasiones, más aún cuando se trataba de la primera cinta de este país que formaba parte de la sección oficial.

El gran mérito de 'Las herederas' es que se trata de la opera prima de su director, Marcelo Martinessi, responsable también del guion, que ha entrado por la puerta grande, aunque lo haya sido de tapadillo, en el cine latinoamericano. Pocas veces con tan exiguo curriculum podían conseguirse resultados tan satisfactorios, pero lo cierto es que su descripción de las dos protagonistas, Chela y Chiquita, es un modelo a seguir. Nos movemos entre una clase social en decadencia, una burguesía en estado de descomposición, en el seno de la cual varias mujeres maduras y sexagenarias tratan de salir adelante en una situación de crisis palpable que demuestra el fin de todo un modo de vida. Un factor que se aprecia a simple vista en una mansión que se viene abajo y que solo puede ser útil si se venden algunos de los objetos de arte y de artesanía que se guardan en sus estancias. Chela es la que parece tener más recursos para poder subsistir, haciéndose cargo de su propio coche para convertirlo en taxi, en tanto que Chiquita acaba por ser ingresada en prisión por un delito de fraude.

Es inevitable que esta nueva realidad económica, que ahoga el ambiente rancio y oscuro en el que viven, deteriore aún más la relación entre ambas mujeres. Algunas de las reuniones que celebran y esos enjundiosos diálogos que adornan unas tertulias sumamente ilustrativas son verdaderas piezas de arqueología de una sociedad que está perdiendo toda su razón de ser. Austera pero jugosa y con resortes de calidad