Puede exagerar en algún momento un tono ligeramente empalagoso, pero acaba superando este hándicap gracias, sobre todo, a que se basa en hechos reales que están directamente conectados con sus orígenes y con sus raíces. De hecho, estamos ante un drama familiar que nos introduce en la intimidad de una mujer joven, Bibi, que regresa a su China natal 25 años después de abandonarla. Mucho tiempo para conservar sus señas de identidad en toda su dimensión y sin renunciar a un patrimonio cultural indiscutible.

La película plantea, además, un motivo inexcusable para esta visita y es que a su abuela se le ha diagnosticado un cáncer en fase terminal que, según los médicos que la atienden, acabará con su vida en un plazo de tres meses. Hay, junto a este planteamiento, otro que es el más significativo y es que toda la familia ha decidido ocultarle el tema a la propia enferma, partiendo del criterio de que no supondría ningún elemento positivo para esta última y sí, en cambio, podría acentuar su dolor y su delicado estado de salud. Es más, esa solución que se ha tomado pasa por ser el debate más poderoso de la cinta, convirtiéndolo en motivo de discusión y de controversia.

Por eso, The farewell se gana, con bastantes dosis de ternura, el favor de una galería de seres, en su inmensa mayoría mujeres, que tratan de adaptarse a los enormes cambios que se están produciendo en la sociedad china, especialmente a un proceso de empoderamiento más que acusado. El propio personaje del hermano de Bibi, que vive en Japón, en donde se instaló, lo pone claramente de manifiesto. Son ellas las que llenan la pantalla y dan la medida de lo que sucede en su entorno.

Con el detalle que no hay que pasar por alto que es una realizadora la que lleva las riendas de la cinta y que con sólo dos largometrajes, el primero fue Posthumous en 2014, no visto en España, ya anticipa bastante más que loables maneras.