La Berlinale cerró hoy con el "Día del Espectador", una jornada en que el festival se rinde al público corriente y en medio de las expectativas abiertas por el relevo en su cúpula, tras 18 años con Dieter Kosslick en su dirección.

El director saliente se dedicó un último baño de multitudes entre aplausos en la entrega del premio de Amnistía Internacional (AI) al filme brasileño "Espero tua (re) volta", donde las ovaciones se repartieron entre Kosslick y la directora premiada, Eliza Capai.

"Siempre me preguntan si la Berlinale es política. Cómo no va a serlo, si es reflejo de este mundo", dijo Kosslick, en alusión al filme premiado -que denuncia la represión policial contra las revueltas estudiantiles- y a tantas otras cintas del festival.

Kosslick, de 70 años, los mismos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como recordó, prolongó así en formato más modesto la despedida que se le brindó ayer en la entrega de los Osos, donde "Synonymes", del israelí Navad Lapid, ganó el Oro y "Gràce à Dieu", del francés François Ozon, el Gran Premio del Jurado.

El pase de la película brasileña era una de las múltiples sesiones de este domingo por las 27 salas que durante el festival proyectaron unos 400 filmes repartidos en sus múltiples secciones.

La Berlinale es un festival popular, en que salen a la venta unas 300.000 entradas para todas sus sesiones, incluidos los estrenos.

Esa es una de las señas de identidad del festival, que teóricamente mantendrán los sucesores de Kosslick, el italiano Carlo Chatrian y la holandesa Mariette Rissenbeek.

El dúo director siguió muy discretamente el discurrir de esta 69 edición del festival, pero todas las miradas se clavaron en ellos al recibir el saludo de Kosslick en un momento de la gala de los Osos.

Kosslick deja el puesto como un director cercano, que sabe suplir con chistes los deslices organizativos, pero cuestionado por su tendencia a colocar en competición a una serie de directores y estrellas que repiten en el festival.

Las ansias de cambio eran ya muchas, como evidenció una carta publicada antes de la designación de Chatrian y Rissenbeek, firmada por destacados directores alemanes, como Maren Ade, Doris Dörrie y Volker Schlöndorff, en que se pedía un relevo "transparente". El malestar era cada vez más audible entre el cine anfitrión y solo se calmó al echar marcha atrás la ministra alemana de Cultura, Monika Grütters, a sus planes de designar a una persona que se consideraba de su confianza para la sucesión.

Chatrian dirigía el Festival de Locarno desde 2013 y se encargará de la cuestión artística, mientras que Rissenbeek, nacida en Holanda pero afincada en Alemania, llevará la gerencia.

Del dúo se esperan aires nuevos, tras años de repetición de esquemas conocidos, en un festival que últimamente sufre sequía de nombres punteros y de estrellato sobre la alfombra roja.

Puede favorecerles un cambio, aunque leve, aplicado en el calendario: la próxima edición será del 20 de febrero al 1 de marzo, algo retrasada respecto a lo habitual.

La celebración en las primeras semanas de febrero coincide con los preparativos para los Oscar, un factor disuasorio para que los nominados se desplacen a un festival europeo que, además, no tiene la fotogenia de Cannes.

El próximo año la entrega de los Oscary no debería haber impedimento para viajar luego a Berlín.

En la última edición de la "era Kosslick", la máxima estrella fue una amiga leal de la Berlinale, la actriz francesa Juliette Binoche, presidenta del jurado del festival de este año, quien dio brillo a la alfombra roja desde la apertura a la gala final.

Kosslick se dejó querer, de homenaje en homenaje, y acabó bailando con un gran oso de peluche, junto a Binoche y resto del jurado, al cierre de la gala del Berlinale Palast.

Pero la emotividad de la despedida no ocultaba que su edición de despedida no había sido ni la más concurrida, en cuanto a estrellas, ni tampoco la más rica, cinematográficamente, con 16 aspirantes en competición, frente a la veintena habitual.