Entrevista | Ramón Fontseré Actor

«Juan Carlos I es un hombre más inclinado a rey absoluto que a otra cosa»

Tras unos años fuera de la esfera creativa de la compañía que fundó, Els Joglars, el controvertido Albert Boadella regresa con El rey que fue, una tragicomedia sobre Juan Carlos I. La función, el miércoles 8 de mayo en el Teatro Cervantes, es uno de los platos fuertes del Festival de Teatro de Málaga

Ramón Fontseré encarna aquí al Emérito en el Golfo Pérsico y que se defiende de las invectivas que le lanza su atrevido bufón

Ramón Fontseré, en una imagen promocional de la obra.

Ramón Fontseré, en una imagen promocional de la obra. / David Ruano

Saúl Fernández

El actor Ramón Fontseré (Torelló, Barcelona. 1956) se puso al frente de la compañía «Els Joglars» cuando su fundador, Albert Boadella, aceptó la dirección de los teatros del Canal de la Comunidad de Madrid. Entonces Fontseré tomó la batuta del grupo teatral más longevo de Europa –sesenta y dos años sobre los escenarios–. Con El rey que fue, una «tragicomedia» en torno a Juan Carlos I, la pareja genuina –Boadella y el propio Fontseré– se han vuelto a juntar.

¿Cómo fue lo de volver a trabajar con Boadella después de tanto tiempo?

El tema es Juan Carlos es un personaje esencial que hacía tiempo que nos rondaba la cabeza, pero Boadella se fue al Canal y desarrolla allí sus lirismos con la música. Surgió esta idea y claro, actuar y dirigir un personaje como este del emérito es como muy difícil, por eso se lo dije Albert y Albert aceptó. Ha sido como un rejuvenecimiento: hemos estado ensayando cuatro meses, como siempre con El Joglarss, en la cúpula de Pruit. Así ha sido: demostrando una vez más que es posible empezar un montaje sin texto y luego, a medida que se va ensayando e improvisando, armar unas escenas que terminan en un espectáculo.

Querían al rey en el golfo Pérsico, ¿no es eso?

La idea original era reflejar la presencia de este hombre en un momento concreto de su vida, que es el actual. Y lo presentamos en un espacio que es un velero. No en Sanxenxo, si no en el golfo Pérsico. Ahí podemos ver sus cualidades, sus defectos, pero también cómo se defiende de su bufón que le canta las cuarenta. Porque hay un bufón que le lanza invectivas. La vida del rey emérito, desde que nació, ha sido muy shakespeariana: desde que nace hasta ahora ha llevado una vida llena de contrastes, lo que pasa es que nosotros no podemos hacer una obra shakepeareana porque él utilizaba quince o veinte actores para hacer sus tragedias y nosotros somos una compañía privada de sólo seis actores, por lo tanto, tenemos que desdoblarnos y hacerlo de una manera razonable para que sea rentable y lógico para los intereses de la compañía.

¿Cómo es su Juan Carlos I?

Un hombre de las características del Antiguo Régimen: más inclinado a rey absoluto que a otra cosa: más cercano a Carlos IV o Fernando VII que su hijo FelipeVI, que es otra cosa. Él es hombre de una época determinada en la que había una impunidad y había el poder absoluto. Él, de hecho, tuvo el poder absoluto durante catorce meses: tenía el poder absoluto de Franco. Tenemos que reconocer que traspasó ese poder absoluto a la democracia.

Entiendo que lo que hacen es un repaso de los vicios y virtudes del monarca y que esto no es Ubú President.

No, no, no es una sátira pura y dura como aquella de Pujol. Lo nuestro es una tragicomedia porque la vida del emérito es así. Desde niño y hasta ahora está llena de contrastes entre el cachondeo y la tragedia. Por lo que ha vivido, por las situaciones que ha provocado y por las que ha tenido que vivir desde que nace: tutelado a los diez años por el dictador, la muerte accidental de su hermano, luego pasa por encima de su padre al hacerse rey. Todo el lío de faldas, el dinero, el exilio y la soledad. Es un material dramático muy potente. Albert Boadella dice que Shakespeare se habría interesado más en la vida de este hombre que en la del rey Lear.

Es que tiene más parecido al Lear que al Ricardo III.

Bueno, sí, por el rollo familiar. Piense que en las tragedias de Shakeapeare: todos acaban mal. Cuando tienes poder estás muy arriba, cuando te das el batacazo es enorme. Nosotros, el pueblo, si nos pegamos una hostia tampoco es para tanto: caemos de una altura menor. Los vicios del pueblo son más imperceptibles y no se divulgan tanto, en cambio los de esta gente están siempre muy observados.

Les achacan suavidad para con el emérito.

Esto lo dirán siempre, también lo decían del «Ubú». Eso ya es un mantra, ¿qué quiere que le diga? El espectáculo es muy justo, yo creo, con la figura de Juan Carlos. Una señora en Zaragoza me dijo: «Es un sinvergüenza, pero tiene que morir en España». No obviamos nada de los asuntos incómodos de todo el mundo conocidos y sabidos: no nos hemos censurado en absoluto.

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