Con el otoño empieza la temporada de una de los alimentos más exquisitos: las setas. Más exquisitas que nutritivas, desde luego, pero con un sabor y una potencia gastronómica innegables. El hongo, también denominado cep o calabaza, es un ejemplo perfecto de ello. Con su característica forma de tapón de cava, constituye una de las setas más apreciadas y buscadas que existen. Y no sólo aquí. Los porcini, en Italia, también triunfan. Lo mismo que los ceps en Francia.

En fin, es una seta que gusta y se cotiza. Su sabor es suave; su textura, firme, y resulta perfecto de cualquier forma. Asado, simplemente salteado con mantequilla, en un rissotto o incluso crudo... En forma de crema es menos popular, pero igualmente recomendable.

Las fórmulas son muchas, si bien se puede disfrutar de una buena crema con una simple preparación que incluya un sofrito de cebolla, un buen caldo natural, hongos y poco más. Por supuesto, puede aderezarse y complementarse de mil maneras. Aunque el sabor del hongo es tan sutil y delicioso que cuanto menos se diluya, mejor. Por cierto, los hongos, al igual que todas las setas, son alimentos ligerísimos, sin grasas, con poquísimo sodio y con un discreto aporte de minerales y vitaminas. En definitiva, un placer sano de otoño.

- Al comprar hongos hay que tener en cuenta que cuando ya es más viejo tiene el sombrero más plano y el pie más cilíndrico. Y su carne es menos blanca y más blanda.

- Numerosos estudios indican que las setas tienen sustancias con efectos beneficiosos sobre el sistema inmunitario.

- El hongo, como el resto de las setas, tienen poca energía, unas 20-25 kcal/100 g. Ahora bien, la energía final depende de la forma de preparación.

- Los hongos deshidratados de calidad son una opción más asequible que los frescos y adecuada para preparar una crema.