El verano es una época especial del año, un momento de desconexión que muchas personas aprovechan para disfrutar de placeres que no tienen en su día a día. Así, la población, desenfadada, viaja a idílicos lugares, disfruta de la gastronomía y se permite algunos caprichos que en otros meses del año no se los permitiría. Una de estas delicatesen es el gofre casero con nata.

Esta exquisita receta de postre, que tiene su origen en la Antigua Grecia, es un gran motivo para saltarse la dieta y disfrutar del sabor de estas tortas que han traspasado fronteras. Se trata de un plato típico de Bélgica, donde se pueden encontrar multitud de variedades en infinidad de comercios.

El gofre, (del francés gaufre), conocido también con los extranjerismos de waffle, Wafol o wafle (del neerlandés Wafel), es una especie de galleta con masa crujiente que se cocina entre dos planchas calientes. El molde de la gofrera otorga una apariencia de rejilla a este alimento, lo que además de darle una forma peculiar, asegura la cocción de toda la masa.

Uno de los gofres que se cocinan en Bélgica es el gofre belga, aunque el más comercializado y conocido es el llamado gofre de Lièja propio de dicha ciudad. Éste, es mucho más pequeño, dulce y denso que los gofres belgas. La mayoría de los gofres de Lièja se sirven sin ningún acompañamiento, aunque se le puede sumar algún topping. Nosotros lo acompañaremos con nata o chocolate. Con esta receta, podrás cocinar tus propios gofres y disfrutar este verano de un espectacular postre o aperitivo.

Para realizar esta receta necesitaremos:

250 gramos de harina de fuerza, 90 mililitros de leche entera, dos huevos, 25 gramos de levadura fresca, un poco de sal, un chorrito pequeño de miel, media cucharadita de vainilla, 150 gramos de azúcar perlado y 125 gramos de mantequilla a temperatura ambiente. Podemos utilizar chocolate fundido, o nata para añadir al final.

Pasos a seguir para cocinar un auténtico gofre:

  • Para empezar, calentaremos en una taza la leche entera y disolveremos en ella la levadura fresca. Pero, es necesario no calentar en exceso la leche, ya que demasiado calor podría estropear la levadura.
  • Mezclaremos en un recipiente grande la harina y la sal y dejaremos un hueco en el centro en el que añadiremos la leche con la levadura y los huevos. Empleando un tenedor, mezclaremos los ingredientes hasta conseguir una masa uniforme.
  • Después, taparemos con papel transparente el bol donde hemos mezclado los ingredientes durante unos 40 minutos aproximadamente para que fermente la masa. Un buen lugar para dejarlo reposar puede ser el horno, previamente templado y apagado.
  • Una vez que ha pasado el tiempo, añadiremos al bol los trozos de mantequilla y la mezclaremos con la masa hasta que se quede integrada. Entonces, echaremos el azúcar perlado y volvemos a amasar para que todo quede bien distribuido.
  • Una vez que tengamos la masa lista será el momento de untar la gofrera con un poco de mantequilla. Calentamos y cuando haya cogido temperatura introduciremos una parte de la masa en cada uno de los huecos de la gofrera y cerraremos.
  • Calentaremos durante 5 o 7 minutos. El tamaño de las porciones será como el de dos cucharadas aproximadamente. Hay que tener en cuenta que no es necesario que cubra toda la superficie de la gofrera, ya que al cerrar se extenderá la masa.
  • Una vez que veamos que los gofres toman un color dorado podemos retirarlos. Habrá que dejarlos sobre una rejilla hasta que bajen algo la temperatura.
  • Por último, los serviremos en un plato y les añadiremos nata montada, chocolate fundido o, incluso, Nutella si nos apetece. Normalmente se suelen comer calientes, pero si lo preferimos podemos esperar a que se enfríen para degustarlos.