Crónicas de la ciudad

Contenedores a la deriva en la Loma de San Julián

Vecinos de San Julián piden al Ayuntamiento una isla de contenedores en calle Rimsky Korsakov para que no terminen en mitad de la calle y frenar los escombros

Los contenedores de la calle Rimsky Korsakov, esta semana.

Los contenedores de la calle Rimsky Korsakov, esta semana. / María Ponce

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Ayer, esta sección se daba una vuelta por la esplendorosa ‘glorieta del cactus’, delante de Plaza Mayor y Porcelanosa, un remanso verde en un nudo de tráfico en el que, como curiosidad ‘tonal’, confluyen varias calles dedicadas a cantantes líricas y compositores.

Lástima que en ese reino de la música también hiciera su aparición, como en media Málaga, la reata de ‘mulos de descarga’, individuos dotados de furgoneta o camión y un altísimo sentido del salvajismo, que creen que todo el campo malagueño, lejos de ser orégano, debe ser un estercolero.

Dolía a los ojos la loma de escombros y hasta fibrocemento a pocos metros de la hermosa rotonda; un cerro forjado por alguna de estas acémilas motorizadas, incapaces de sondear en sus almas de cántaro la noción del bien común. 

En otra loma vecina, la Loma de San Julián, los vecinos vuelven a pedir al Ayuntamiento -y han perdido ya la cuenta de las veces- que no extienda una ‘alfombra roja’ a quienes consideran que el mundo está a su servicio y pueden hacer con él lo que les dé la real gana. 

Otra vista de los contenedores de la calle Rimsky Korsakov, en la Loma de San Julián.

Otra vista de los contenedores de la calle Rimsky Korsakov, en la Loma de San Julián. / María Ponce

El problema, enquistado, se encuentra en otra calle con resonancias musicales, la calle Rimsky Korsakov. Paradojas de la vida, se inicia en el cerro de escombros antes descrito y a la mediación, ya dentro de la Loma de San Julián, cuenta con un núcleo de contenedores de tiempos del emperador Francisco José. Pero la antigüedad no es tanto el problema sino el hecho de que, en muchas ocasiones, en este tramo todavía terrizo, los contenedores quedan emplazados a la buena de Dios, muchas veces en mitad de esta abandonada calle.

Otro problema importante es la suciedad que acumulan porque, al tratarse de una zona terriza y pese a que cuenta con un cartel municipal que prohíbe arrojar escombros, los más vándalos se saltan la prohibición a la torera. El resultado es que los contenedores suelen estar rodeados, noche y día, de un espurreo de basuras de todo tipo y volumen, da igual que se trate de muebles viejos, sanitarios, tuberías, colchones o la pared picada de alguna cocina que pasó a mejor vida.

Los vecinos reclaman al Ayuntamiento que estudie dónde instalarlos pero que lo hagan en una isla acondicionada para que los contenedores no terminen en mitad de la vía y para con este arreglo, frenar en lo posible a los energúmenos. 

Eso sí, reclaman que el arreglo se haga ya y que no se aguarde a la futurible urbanización de este tramo pues, en ese caso, disfrutarán de idéntico caos y porquería por muchos años. Ánimo.

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