Todo el mundo trata a los huevos fritos como si fueran el hermano pequeño de la gastronomía: a quién no tiene muy desarrolladas las dotes culinarias, se le echa en cara que no sabe “freír un huevo” o es el plato que utilizamos cuando queremos ofrecer una comida básica. Pero nada más lejos de la realidad: el huevo frito tiene su ciencia y, para sacarle toda la punta posible hay que prestar mucha atención al aceite. 

El aceite es (además del huevo, claro) el ingrediente principal de este plato, aunque de hecho solo tiene tres ingredientes. La cantidad, temperatura y calidad del aceite van a marcar la diferencia entre un huevo frito para olvidar y un  huevo frito perfecto. 

Controlar cuánto aceite ponemos en la sartén para freír un huevo va a condicionar mucho el resultado: si queda con o sin puntilla o si la yema está para mojar y chuparse los dedos o parece un huevo cocido. 

¿Aceite de oliva o aceite de girasol para freír un huevo?

Este eterno debate tiene un desempate claro. Para saber qué tipo de aceite debemos utilizar para freír un huevo, lo primero que necesitamos es conocer a qué temperatura hay que cocinarlo.

Para que el huevo frito quede realmente frito y no a la plancha, el aceite tiene que alcanzar una temperatura de 180 grados. Para ello, es imprescindible que utilicemos aceite de oliva: ya que es el único capaz de llegar a los grados necesarios. 

 

El aceite de girasol, por el contrario, es un ingrediente que se lleva peor con las temperaturas altas y si lo utilizas para freír un huevo le costará más llegar a los 180 grados básicos. 

Dentro de la gama de los aceites de oliva, es recomendable utilizar una variedad de sabor suave con la menor acidez posible. Si utilizas una intensidad mayor, puede que el huevo te sepa más a ensalada que a huevo, pero si lo prefieres no interferirá en cómo se fríe. 

La cantidad justa de aceite para freír huevos

Una vez que ya sabemos qué tipo de aceite tenemos que utilizar, pasamos a la parte crucial: cuánto. 

La cantidad de aceite necesaria para freír un huevo es casi tan importante como la categoría de aceite que usamos. Para que el huevo quede perfecto, tiene que haber aceite suficiente para cubrir toda la clara: es decir, la mitad de la altura del huevo y por supuesto toda la sartén. 

Para mayor seguridad, podemos cubrir el huevo entero con aceite, pero esto es un gasto innecesario contando con que si queda a mitad será suficiente para obtener un huevo perfecto. 

Una vez hayas vertido el aceite en la sartén, tendrás que esperar a que se caliente (recomendamos ponerlo a fuego alto) y cuando veas burbujas en ebullición entonces deberás  echar el huevo (nunca antes).