Siempre me daban pereza las series de abogados, pero por culp de una desescalada que es más larga que un día sin pan, decidí iniciar con desgana 'The good fight'… y acabé pegado al sofá catorce capítulos más tarde, con perniciosos efectos sobre mí: y es que creo que me he enamorado perdidamente de una señora de 63 años que se llama Diane Lockart, poderosa abogada de un bufete afroamericano de Chicago, que suele vestir exquisitamente de Ralph Laureno de Dior, según le dé, y que no soporta que un mamarracho como Trump sea presidente de sus país (razón por la cual se droga discretamente con unos alucinógenos que le permiten abandonar una realidad que se ha vuelto loca, oscura e insana a más no poder).

También es capaz de sacarte de cualquier embrollo legal por complicado que sea, y tiene una cuenta bancaria con cientos de miles de dólares. Y cuanto más dinero tiene, más progresista y radical se vuelve. Y más copazos de güisqui se bebe. Y más alucinógenos se mete. ¿Hay quién dé más, ante tanto?

Así que, mientras valoro seriamente la posibilidad de pedir el finiquito a mi empresa y el divorcio a mi pareja (¿o era al revés?) para mudarme a Chicago e intentar, por qué no, penetrar en el corazón de la socia del bufete Redic, Boseman & Lockart con cualquier excusa (algo se me ocurrirá durante el vuelo transoceánico) pienso en todos los asuntos que ataca la serie, a los que te llevan de manera desenfrenada y con la lengua fuera unos guiones certeros llenos de diálogos rápidos y veloces: la corrección política, la brutalidad policial contra los negros, el movimiento #me too, la deportación de los sin papeles, el impeachment de Trump, la tiranía y el (mal) poder de las redes sociales.

¿Qué opino, qué pienso, qué digo? ¿Hay que echar a Trump, cueste lo que cueste? ¿Tiene arreglo la policía de Estados Unidos? ¿Se cometen excesos en las denuncias por acoso sexual? ¿Se ha perdido la izquierda, tratando de adaptarse a tanta minoría que defiende solo suyo?

Y yo qué sé. Yo solo sé que sigo pensando en esa mujer larga, delgada y estilosa, con voz aterciopelada, a veces dura y a veces frágil, siempre sensata, sólida, práctica. Pero es que además de ella, 'The good fight' está llena de interpretaciones de chicas de todas las edades y colores, que lo bordan.

Hay pasantes apocadas y ansiosas, secretarias más listas que Carracuca, abogadas arribistas y mafiosillas, juezas malpensadas e implacables. Mientras, los hombres de la serie pasan por allí haciendo lo que pueden, tratando de estorbar lo menos posible a sus colegas de sexo contrario, con cara de no entender casi nada y sin saber qué responder ante tamaño despliegue de poder femenino, donde esa rubia inteligente de raza blanca en edad de jubilarse que es Diane Lockart reina, capítulo tras capítulo.