Eurovisión apura sus últimas horas antes de vivir este sábado en Tel Aviv un nuevo capítulo de un festival que este año llega ya a su 64 edición. En esta ocasión, Miguel Núñez Pozo, conocido artísticamente como Miki, será el encargado de representar a España en esta cita musical que para bien o para mal no deja a nadie indiferente. Tras Manel Navarro (2017) y Alfred y Amaia (2018), este joven cantante catalán de 23 años intentará, con la canción 'La Venda', ganar la gran final eurovisiva, un hito que España no consigue desde hace 50 años, cuando Salomé se impuso con la canción 'Vivo cantando'.

Junto a Miki para España, este año participarán en Eurovisión los representantes de otros 40 países. Como cada año, las baladas clásicas y los ritmos discotequeros se apoderarán del festival eurovisivo, pero sobre el escenario de Tel Aviv no faltará tampoco el repertorio freak. El fenómeno friki en Eurovisión no es nuevo, pero parece haberse consolidado ya en la cita musical europea por antonomasia.

La corriente la estrenó en 2003 el austríaco Alf Poier, que en la edición que ese año se celebró en Tallin, llevó el tema 'Weil der Mensch zählt' ('Porque el ser humano cuenta'), con cabezas de animales, melodías descacharradas y coristas gritonas. Tras conseguir un dignísimo sexto puesto, desde entonces han sido muchos los países que han explorado la vía 'friki'.

Este año, los máximos exponentes de este fenómeno en Eurovisión serán los integrantes de la banda islandesa Hatari, que acuden al festival con 'Hatrid mun sigra' ('El odio prevalecerá'). Se trata de un grupo que se inspira en las prácticas sadomasoquistas, por lo que está garantizado que su puesta en escena no dejará a nadie indiferente.

La propuesta de estos islandeses parece arriesgada, pero nadie se atreve a descartarlos como candidatos a la victoria final teniendo en cuenta que los finlandeses Lordi ya ganaron el festival de Eurovisión en 2006 con un tema también de estética siniestra.

España no ha sido ajena a la corriente friki. Su mejor ejemplo fue la elección como candidato del archiconocido Rodolfo Chikilicuatre, que con su canción 'Chiki-Chiki' participó en la edición del 2008 celebrada en Belgrado.

Su decimosexto puesto provocó que desde entonces los representantes españoles se hayan posicionado dentro de cánones más tradicionales.

Ese mismo año, Irlanda apostó también por las rarezas, con una canción inclasificable protagonizada por una marioneta con forma de pavo.

En 2007, a punto estuvo de ganar la propuesta presentada por Ucrania, que con la canción 'Dancing Lasha Tumbai' consiguió un meritorio segundo puesto, con un tema de estética espacial que conquistó a los eurofans.

También lograron el favor del público las abuelas que Rusia presentó al festival en 2012. El ritmo pop dance de 'Party for everybody', junto con la estética folk de las ancianas protagonistas del tema, también cosechó la segunda posición final.

Otro de los participantes que se recordarán por su extravagancia será el cantante Cezar, que en 2013 representó a Rumanía inspirándose en el rol de Drácula. El contraste entre su estética y su voz de contratenor no consiguió conquistar al público, que le situaron en el decimocuarto lugar en la clasificación.

Sí consiguió triunfar, en cambio, Conchita Wurst, que en 2014 participó en Eurovisión con el tema 'Rise like a Phoenix'. Representando a Austria, se presentó sobre el escenario de Copenhague vestido de mujer y con una barba perfectamente perfilada, un look con el que se convirtió en un icono de la comunidad LGTB. Su magnífica actuación y su talento musical conquistaron al público, obteniendo como premio la victoria final.