Carlos Cruz-Diez (1923-2019) es uno de los principales exponentes del arte óptico-cinético. En 1960, dejó Caracas (Venezuela) para instalarse en París. Dentro del movimiento internacional Op Art, destaca por haber convertido el color en su principal objeto de investigación. Su obra está totalmente dedicada a poner de relieve el color como una realidad relativa a la vez que autónoma. A partir de 1959, sus obras, basadas en datos científicos, se dividieron en grandes series, cada una de las cuales exploraba un aspecto particular del fenómeno cromático. Sin embargo, existen dos efectos ópticos principales que estas series ponen de relieve y exaltan, cada una a su manera. La primera, la inducción cromática, corresponde a todas las alteraciones de tonalidad y claridad que experimenta el ojo cuando ve simultáneamente diferentes colores. El segundo efecto, la «postimagen», corresponde a la aparición de colores que se produce tras haber contemplado otros colores.

Esta exposición, que se compone de alrededor de treinta obras, ofrece una amplia perspectiva de uno de los artistas más importantes de su generación, que ha sabido sacar provecho de una de las singularidades del color: sus efectos solo pueden manifestarse plenamente a través de dispositivos interactivos.

El arte óptico-cinético

La promoción de la inestabilidad visual

El arte óptico-cinético se desarrolló a partir de mediados de la década de 1950 y se fundamentó tanto en la ambición del arte óptico (el «Op art») por excitar la retina, como en la pasión del arte cinético por el movimiento. El óptico-cinetismo consiste tanto en obras fijas cuyas formas se mueven en el ojo del espectador, como en obras móviles, la mayoría de las veces motorizadas. Los artistas de esta tendencia desarrollaron composiciones geométricas y a menudo utilizaron materiales industriales. Dado su carácter espectacular, sus obras resultaron accesibles para un amplio público.

La exposición titulada Le Mouvement (El Movimiento), que tuvo lugar en la galería Denise René de París en 1955, contribuyó de manera decisiva al reconocimiento de la tendencia cinética. En ella se presentaron obras abstractas en blanco y negro de Victor Vasarely, junto a figuras tutelares como Marcel Duchamp y Alexander Calder, y a piezas de jóvenes artistas como Agam, Pol Bury, Jesús-Rafael Soto o Jean Tinguely. Durante una estancia en París, Carlos Cruz-Diez visitó esta exposición, que coincidía con las investigaciones que estaba haciendo en ese momento.

Aunque el óptico-cinetismo se desarrolló principalmente en Europa, varios de sus principales exponentes eran sudamericanos, como el argentino Julio Le Parc y los venezolanos Jesús-Rafael Soto y Carlos Cruz-Diez, que residirían en París. La exposición itinerante de Vasarely en América Latina en 1959 ejerció una importante influencia en toda una generación de artistas.

Carlos Cruz-Diez

El pensador del color

Tras estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Caracas de 1940 a 1945, Carlos Cruz-Diez trabajó como diseñador gráfico, director artístico e ilustrador para diversas empresas, publicaciones y periódicos nacionales. Más tarde fue profesor en la Escuela de Bellas Artes. En 1955, se marchó un año a vivir con su familia cerca de Barcelona. Allí aprovechó para realizar dos viajes a París. A su regreso a Caracas, retomó sus actividades de diseñador gráfico y profesor, y fue nombrado director adjunto de Bellas Artes (1958-1960). Durante este período, participó en varias exposiciones y orientó su lenguaje artístico hacia la abstracción, llegando a dedicarse específicamente al Op art. En 1960, se instaló en París, aunque regresó regularmente a Venezuela para continuar allí con sus actividades.

La investigación plástica de Cruz-Diez y sus escritos se centraron en el color. A finales de la década de 1950, diseñó piezas destinadas a exaltar el fenómeno del color en sí mismo. Estas generan situaciones perceptivas inestables en las que al cambiar los ángulos de visión se altera la intensidad luminosa y se da lugar a múltiples mezclas ópticas de colores. Para lograrlo, utilizó materiales industriales, en particular, el plexiglás. El artista diseñó varias series de dispositivos, cada uno centrado en fenómenos perceptivos o físicos concretos, como Colores aditivos, Fisicromías, Inducciones cromáticas, Cromo-saturaciones, Cromo-interferencias, Transcromías y Colores al espacio, todos ellos presentados en esta exposición. La mayoría de las obras de Cruz-Diez implican a un espectador activo, que interpreta la partitura de la obra desplazándose por el espacio y eligiendo sus puntos de observación.

A partir de 1967, Carlos Cruz-Diez también diseñó proyectos destinados al espacio público con el fin de ofrecer a un público amplio lo que él denominaba «obras compartidas y manipulables». Para él, los efectos ópticos, que dialogan directamente con la retina y el cerebro sin mediación cultural, están la mejor manera de vehicular un arte auténticamente social.

Physichromies

Trampas de luz

Las Fisicromías resultan emblemáticas en la investigación de Carlos Cruz-Diez. Se trata de obras «evolutivas», cuyo aspecto varía en función de la posición del espectador y de la intensidad de la luz, que determinan la interacción de los colores. Cruz-Diez desarrolló el principio óptico de esta serie en 1959, y siguió trabajando en él durante toda su vida.

Debido a las finas tiras verticales dispuestas de manera perpendicular al plano rayado verticalmente del cuadro, las formas y colores de estas pinturas cambian a medida que la persona que las contempla se desplaza frente a ellas. De este modo, cada Fisicromía contiene una reserva inagotable de pinturas que el público puede contemplar situándose en este o aquel lugar. Por tanto, la experiencia que brinda estas pinturas no solo implica el plano espacial (desplazarse a lo largo de la obra en uno u otro sentido y a esta o aquella distancia), sino también temporal (los diferentes estados de la pintura solo se van revelando sucesivamente).